Histórico
13 enero 2011Jose David López

Juventus: La destrucción de la lógica

Tres pasos a grandes rasgos dictaminan el éxito o el caos en el fútbol de hoy en día. Desgraciadamente el primero de ellos está en la salud económica, punto diferencial en este mundo de marketing, publicidad y televisiones con poderes ilimitados que ejercen máxima presión para la explotación de su producto, a cambio de tremendas sumas de dinero. Otro habla del uso, lógico o irresponsable de ese bien tan preciado en el plano deportivo-mercado, y el tercero, de la cabeza pensante que tenga el poder desde el banquillo. Todo debe estar unido y pocos, cada vez menos, logran encontrar la sintonía adecuada.

Abandonado a su suerte en un mar de dudas desde que la justicia italiana aleccionara sus malas conductas en el famoso ‘Moggigate’, la Juventus, golpeada en su nombre pero sobre todo en su proyecto, no ha podido levantar el vuelo y sucumbe ante la incapacidad de las tres premisas citadas anteriormente. La corrupción en el fútbol italiano ha sido parte de su historia. Gris, escandalosa y grotesca en sus formas (Moggi campa a sus anchas y las apelaciones aún siguen su curso por los pasillos de la FIGC). La última de ellas, les mandó a Serie B, con el consecuente descenso de actividad económica entorno al club, la pérdida de caché para mantener sus figuras y el caos deportivo reflejado en un banquillo que no ha podido responder desde entonces a la presión de un gigante sin fe y encarrilado en la destrucción de la lógica.

El cambiante curso económico de los últimos años, cazó a la Juventus en plena reestructuración deportiva y social. Se vio obligado a empezar de cero con una plantilla que había perdido a sus señas de identidad (jugadores que se negaron a jugar en el segundo nivel del fútbol italiano y que hoy, o al menos durante estos años, sumarían millones de euros o gran rendimiento en el césped: Ibrahimovic, Vieira, Zambrotta, …). Además, inició una limpieza natural en sus cargos directivos pues tras quedar empañado su papel en antiguos problemas con la justicia, pocos mantenían su fe en Jean-Claude Blanc. Andrea Agnelli pasó al frente y fue confirmado por el magnate John Elkann, patrón de la casa FIAT y persona históricamente ligada a los negocios de la familia que maneja desde hace décadas los destinos de este club.

No sirvió que Didier Deschamps dejara su caché en Francia para enrolarse a ‘su’ Juventus y ascenderla por la vía rápida, tampoco que Clauido Ranieri mantuviera el tipo nada más poner pie en suelo de Serie A y, desde luego, poco fructífero fue el paso de un mito como Ciro Ferrara. Técnicos todos ellos que cedieron ante los impulsos de intentar levantar un proyecto sólido que, años atrás, ejerció de fuerza dictatorial en Italia y que hacía disfrutar por su trabajado y mecanizado trabajo defensivo. Algo sin igual para mis ojos pero que ha desaparecido por completo de ADN juventino, ese que ahora sólo entiende de balones largos, juego directo, intentos frontales y únicamente innova ese patrón cuando el veteranísimo Del Piero alardea a balón parado o cuando Krasic desequilibra a base de velocidad y potencia. Un guión demasiado inexpresivo y radical como para afrontar una renovación que le devuelva al primer plano europeo.

Años con decisiones erróneas y problemas sin solución definida que han debilitado a un bloque extremadamente veterano, sin jugadores capacitados para sacudirse la presión y con temor a coger el mando. Desde la venta indiscriminada (desde el punto de vista técnico o de talento) de jugadores desequilibrantes como Diego o Giovinco, a la adquisición de jugadores sin nada que aportar a un proyecto agnóstico como Traoré, Martínez, Storari (meros secundarios en equipos de menor nivel), pasando por el desfallecimiento de los otrora salvadores como Amauri, Iaquinta o Buffon. Sólo hay espacio para el coraje sin censuras de Chiellini, auténtico ídolo y muestra irrebatible de lo que prima ahora mismo en el graderío bianconero.

El arranque del año 2011, tras unos meses convaleciente y de adaptación con Del Neri ya en el banquillo, no ha podido ser más desolador y decepcionante frente a objetivos superiores. Derrotas por goleada ante Parma (1-4) y Nápoles (3-0) (y grave lesión de su mejor jugador ofensivo, Quagliarella), que cuestionan otra vez el propósito de un técnico destinado a perder crédito en Piamonte, allí donde la destrucción global parece haberse llevado por delante cualquier atisbo de lógica constructiva.

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