Histórico
6 diciembre 2010Jose David López

Monterrey grita al ‘son’ de Suazo

La Copa Libertadores sólo se acuerda de ellos para gastar sus ‘invitaciones’, la Sudamericana a veces no ofrece ni esa secundaria posibilidad y desde la mismísima organización de la Copa América 2011, sólo se les reclamó por su enorme repercusión continental. México está anclada, al menos a ojos del fútbol europeo, entre dos vertientes absolutamente opuestas, las que hoy representan Concacaf y Conmebol. Con un formato liguero que aún explota los play-off y que no defiende los valores de aquél que sí ha ofrecido el mejor rendimiento regular pero sabiendo comercializar su producto como pocos países en el mundo, el campeonato azteca se ha convertido ya en una cita imperdible para los amantes del fútbol internacional.

Este domingo, el acto final no podía ser más apetecible pues tras el 3-2 de la IDA (recordamos que este tipo de finales se disputan a doble partido y sin existencia del valor doble de los goles como visitante), el Tecnológico de Monterrey estallaba para llevar en volandas a los de Victor Manuel Vucetich (técnico volcánico con más de diez clubes dirigidos sólo en su país). El reloj apuntaba las tres de la mañana hora española pero el placer de haber disfrutado de uno de los partidos más abiertos, ofensivos y descarados de los últimos tiempos, bastaba para desarrollar este texto mañanero. ¿Culpables?, muchos y muy diversos pero sólo uno logró levantarme del sofá. No por sobradamente conocido limitó mi sobresalto, admiración y el reconocimiento final, sino precisamente por esperar todo de él, uno acaba por entender que fue él quien quiso hacerme trasnochar: Humberto ‘Chupete’ Suazo.

La obligación de tener que marcar al menos un gol para igualar la final, era el marco más atractivo que podría presentarse y Monterrey, equipo muy enérgico, dinamitó el partido desde el arranque. Santos Laguna, equipo que tantas veces mereció el título, falló desde el principio en su planteamiento pues no supo ni pudo frenar las avalanchas ofensivas de su rival, ímpetu en su máxima dimensión. Tanto, que cuando se arañaban los diez minutos la estrella local, Suazo, ya había disparado en dos ocasiones con muchísimo peligro y había anotado gol en una acción polémica con el veterano portero rival Oswaldo Sánchez (sigo pensando que el guardameta no agarró la pelota y el chileno se la robó con justicia). Y antes de que diera tiempo a entender que los del argentino Ruben Romano estaban sobre el filo de la navaja, el ‘Chupete’ concretó un nuevo ‘zapatazo’ (son tan potentes que es la mejor forma de catalogarlos) que igualaba la eliminatoria.

Los Rayados calmaron su ansia pero siguieron llevando el peso de un partido alocado, sin mediocampo capaz de aligerar tensiones y con una agresividad bien entendida en cada pelota dividida. Con tanto sacrificio físico en la recuperación y el desgaste en su medular, los hombres más técnicos de cada equipo, tales como Nery Cardozo o Lacerda, que dejaron mayor porcentaje de protagonismo a los incansables Walter Ayovi o Arce. Sin embargo, la final se concibió como un test para las dos delanteras pues, sin posibilidad creativa desde segunda línea, iban a ser ellos quienes decidieran con sus individualidades. Sigo pensando que la suplencia de Ludueña, uno de los cracks laguneros, restó mucho al visitante pero en el choque ofensivo se impuso la pareja Suazo-De Nigris (hermano del fallecido Antonio) a la formada por el ‘Chucho’ Benítez-Quintero (aquél pequeño colombiano que hace unos años disfrutamos en el sudamericano Sub 20 de Paraguay).

De Nigris es el complemento ideal del ‘chupete’ por su corpulencia, lo que ofrece una alternativa para bajar balones y pelear con defensas que no le pueden perder la marca. Suazo, interpretando muy bien ese esquema atacante, remataba, definía y botaba cada pelota a balón parado (incluso saques de esquina). En uno de ellas, con una pelota al primer poste, el gigante argentino Basanta concretó un testarazo que selló la final. De allí en adelante, Monterrey se lució entre los insulsos impulsos laguneros hasta que Suazo decidió convertirse en el protagonista absoluto. Una jugada ‘maradoniana’ con dos destellos de potencia y regate en carrera, le dejaron frente a Oswaldo, al que batió con un sutil y espectacular toque por alto. Era el cuarto título de Monterrey (el último hace unos meses), el show definitivo en la carrera de un killer al que Europa no consiguió enamorar y al que sigue esperando, quizás, para una última aventura. Le esperamos.

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