Histórico
16 diciembre 2010El Enganche

El fútbol italiano, herido de muerte

De un tiempo a esta parte la situación en el fútbol italiano va de mal en peor. El Mundial del año 2006 fue el punto de inflexión: mientras Italia entera celebraba la consecución de su cuarto centro mundialista, en Alemania, a pesar de no disputar su ansiada final, celebraban la regeneración de su fútbol. Porque, desde dicho año, la Bundesliga se ha convertido en uno de los paquetes futbolísticos más atractivos -probablemente el que más- del fútbol en Europa. Nuevos estadios, aficiones repletas de color y acompañadas con banderas y bufandas y, ante todo, gestiones mucho más interesantes e inteligentes. Alemania ha sabido vender su producto. Italia ha devaluado el suyo.

El fin justifica los medios. Éste es el axioma por el que se rigen los clubes italianos. Todo vale para lograr la victoria. Nadie se preocupa por el estilo de juego -ni en los clubes ni en la Selección- y la tristeza ocupa gran parte de los estadios -cada vez más vacíos, por cierto-. Además, claro, está la corrupción. Es muy dificil superar casos de semejante calibre sin que la sospecha siga apuntándote directamente -un ejemplo claro es el de la Operación Galgo, tema de rabiosa actualidad-. Si has mentido ayer, ¿quién te creerá mañana? El cuento de Pedro y el Lobo.

Esta misma situación se ha visto reflejada en los coeficientes FIFA, donde Italia ha pasado del número uno del ranking hasta la decimocuarta posición. Algo parecido sucede en los coeficientes UEFA referentes a las competiciones ligueras: en el año 2011  Alemania tendrá cuatro plazas en la Champions League quitándole una de ellas al Calcio. Para más inri, en la Europa League, donde sus cuatro participantes -Palermo, Juventus, Sampdoria y Napoles- eran serios candidatos a llegar a las rondas finales. Al final, sólo fue capaz de sacar adelante su desastre el cuadro napolitano. Duro trago. Cruel realidad.

Un ejemplo claro de lo que pasa en la actualidad en el fútbol italiano es lo que se vivió en el Lazio-Inter de la temporada pasada. El Inter se jugaba el Scudetto con la Roma, rival histórico de un Lazio que trataba de eludir el descenso a la Serie B. Los aficionados laziales, lejos de animar a su equipo, increparon a sus jugadores para impedir que la Roma consiguiera el título. Amenazas al presidente Lotito -que se haya autoproclamado peor  presidente de la historia del club tampoco ayuda-, llegando a enviarle un sobre con un par de proyectiles a su despacho presidencial, pancartas reclamando la derrota si los jugadores sentían los colores del equipo sinceramente e innumerables intimidaciones más. No vayas a ayudar al vecino, pensarían.

No cabe duda, el fútbol italiano vive una situación complicada en la que es dificil avanzar. Como si tuvieran un chicle pegado en el zapato que les anclara al suelo. Para revertir el mal clima reinante en el país de la bota, o mejor dicho, en su fútbol, el primer paso es reconocer los errores. Después, repararlos. En los estadios de la Serie A se necesitan más sonrisas infantiles, más esperanza y menos grupos violentos. Alemania es el ejemplo, allí el colorido no lo crean las bengalas, sino el amor a un fútbol que en Italia parece haber perdido sentido.

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