Histórico
4 noviembre 2010Jose David López

El ‘Reto AEK’ de Manolo Jiménez

Más de tres décadas en el fútbol son toda una vida. Más de treinta años bajo un mismo sentimiento, un sin vivir. Trabajó diariamente desde abajo, ganándose minutos como debutante, categoría como líder y, más tarde, disgustos como técnico. Dedicación plena cuando las patadas y goles caían sobre sus espaldas como jugador, traducidos en tensiones resultadistas una vez que el futuro le colocó en el banquillo. “A mí me pedían estar tras Madrid y Barcelona”, decía estos días Manolo Jiménez, ahora observando los toros desde la barrera que supone el AEK de Atenas.

Dos únicos banquillos, aunque unidos a un mismo nombre y sentimiento, guiaron su carrera como técnico en el Sevilla, la que había sido su cuna también como jugador. El reto, lejos de adaptarse a un ‘novato’ que da su primer paso al frente en el primer nivel (porque llegaba del filial sevillista), jamás fue prudente, sino exigente. Suplir al entrenador (Juande Ramos) que mayores glorias había encontrado en una ciudad que vive el fútbol con pasión, fue su meta personal casi sin haberse sentado aún en su puesto. El mismo que para la gran mayoría de sevillistas, siempre le quedó grande.

Pero entendiendo que el mercado futbolístico sí siente admiración actualmente por todo lo que emane sabor español, Jiménez decidió esperar a que ese aroma tentara a algún club europeo. En unos meses, pasó de luchar contra los dos gigantes del fútbol español, a lidiar con otras dos entidades de enorme potencial nacional (Olympiakos y Panathinaikos) pero, esta vez, además, bajo un mismo techo y en un mismo escenario, Atenas. El AEK, que ya dirigiera otro español como Serra Ferrer, decidió confiar en él para una tarea clonada de la que afrontó en ‘su’ Sevilla, la de adaptarse a un club renovado con la temporada ya iniciada.

El cuadro Kitrinomavri, siempre a la sombra en la Alpha Ethniki, es la tercera-cuarta potencia del país heleno y la obligación no es otra que intentar ascender en esa tabla histórica con nuevos títulos. El AEK, nacido en 1924 a raíz del deseo futbolísticos de los refugiados griegos surgidos por la Guerra Greco-Turca, fue el dominador en los primeros años 90, aunque después ha quedado disipado. Un nefasto arranque de campaña con el serbio Dusan Bajevic (amenazado y agredido por sus propios aficionados), fue el desencadenante final de una relación de odio nacida diez años atrás, cuando el técnico abandonó el AEK para marcharse al máximo rival, el Olympiakos, y proclamarse posteriormente campeón liguero.

El equipo Enosi limpió el problema abriendo la puerta al serbio pero la situación no es la más adecuada para trabajar con tranquilidad. La falta de fichajes en una plantilla necesitada de más recursos y la incapacidad evidente para competir por metas mayores que la clasificación europea, abrió las puertas a Jiménez, que desde su llegada a logrado serenar los ánimos con tres victorias y dos derrotas (una de ellas en Europa League). Sobre el papel, tiene esta y otra campaña para dar un giro radical a la dinámica de un proyecto que, sinceramente, no es un ‘caramelo’ (salvo en lo económico) para quien pretende demostrar lejos de España que en el Sanchez Pizjuán se equivocaron con él.

Desde su llegada, Jiménez no ha podido cambias demasiadas cosas en el concepto de vestuario. Ha dado confianza al argentino Saha bajo palos (algo que había perdido este curso), no puede trastocar el liderazgo del veterano Dellas como líder defensivo y vive de la pelea de delanteros sacrificados y acostumbrados a vivir en soledad como el argelino Djebbour o Scocco (mientras espera la mejor forma de Blanco, principal camino al gol años atrás). Un equipo con más tensión y músculo que talento donde los Diop, Kafes, Makos o Lagos, encuentran aún regularidad. El factor diferencial lo tendrían que asumir el brasileño Leonardo o el héroe de la hinchada, el veteranísimo Liberopoulos. Pocos argumentos para rebatir el dominio de los ‘vecinos’ aunque un trampolín ideal para reivindicar un lugar en los banquillos de la Liga.

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