Histórico
29 septiembre 2010Francisco Ortí

El teatro de los sueños de Tino Costa

Para Tino Costa la Navidad del 2002 rompió su sociedad con el adjetivo ‘Feliz’ durante el vuelo entre Buenos Aires y la isla de Basse-Terre, en Guadalupe, aquel 16 de diciembre. Desde que abandonó su hogar en Las Flores, un pueblecito a pocos kilómetros de la capital argentina, Tino se encontraba absolutamente solo. Tan sólo tenía dieciséis años y  ‘celebró’ el día de Navidad, Año Nuevo, y su cumpleaños con la única compañía de sus lágrimas derramadas sobre su almohada y el sonido de las canciones de Ricardo Arjona.

Todo por el sueño de ser futbolista“, relata en Superdeporte el ahora jugador del Valencia Alberto Facundo Costa. “Todos los días a las nueve ya estaba durmiendo. Todas las noches lloraba. Me quería matar“, confiesa. Tino, apodado así por su abuelo, se había mudado al archipiélago caribeño de Guadalupe -un departamente  de ultramar de Francia- con el objetivo de labrarse un futuro como futbolista y fichó por el RC Basse-Terre. Fue una decisión valiente, aunque el argentino confiesa que cada noche preparaba la maleta para marcharse a la mañana siguiente  y “al despertar me decía ‘va, me quedo un día más‘.

Su única experiencia como jugador -tampoco podía tener mucha con dieciséis años- había sido en la academia La Terraza. A los 13 años probó con Estudiantes de la Plata, pero una desafortunado accidente le impidió mostrar su calidad a los pincharratas. “La noche anterior me rompí la muñeca. Me la vendé yo solo. En el primer balón que toqué durante la prueba me caí, apoyé con la muñeca y ya no toqué ni una más“, cuenta Tino, a quien tampoco le fue mucho mejor en su primer día en el RC Basse-Terre. Con la primera patada que recibí volé cuatro metros por el aire“. Su estancia en Guadalupe, en la que se considera la novena división francesa, sólo era el primer paso hasta convertirse en futbolista profesional. Aconsejado por Rubén Muñoz, su director en La Terraza, Tino se esforzó tanto en la escuela como sobre el césped. Vivía con una familia de acogida, acudía diariamente a clase y cada cierto tiempo viajaba hasta Francia para probar con algunos de los mejores equipos de la Ligue 1. Ojeadores del Olympique del Lyon, del Marsella, del Paris Saint Germain le vieron, pero todos ellos le rechazaron. Ni siquiera en el Auxerre, donde destacan por su buen ojo para las jóvenes promesas, supieron valorar su talento.

Pese a todo, Tino no se rindió y en 2004 recibió una llamada de París, aunque al otro lado del teléfono no se encontraba el equipo que él esperaba. No era el Paris Saint Germain, sino el Racing de Paris, de la Tercera División francesa. Les Pengouins, como se conoce al club parisino, le ofrecían su primer contrato profesional -en Guadalupe no ganaba dinero como futbolista, sino por su trabajo como reponedor de un supermercado- y no se lo pensó dos veces. Guadalupe se le había quedado pequeña. Era el momento de dar el salto a Europa. En Francia, apadrinado por el ex-futbolista Jean-Michel Larqué, empieza a mostrar sus cualidades como mediocentro. Desde la capital francesa inicia un periplo por las catacumbas del fútbol francés que lleva al Pau FC, donde coincide con el internacional francés André-Pierre Gignac, después al Sète 34, y, finalmente, al Montpellier HSC, donde explota definitivamente. Con 23 años, Tino Costa se convierte en el líder del MHSC, al que conduce al ascenso a la Ligue 1 gracias a sus 12 asistencias y 8 goles. Durante la siguiente temporada, ya en primera, exhibe su exquisita pierna izquierda, su potente disparo de larga distancia y sus precisos lanzamientos de falta. El Montpellier es, por entonces, la revelación del fútbol francés, y Tino Costa, su jugador bandera.

Allí le descubrió el Valencia, que, pese a sus problemas económicos, desembolsó 6,5 millones de euros por él. Sus primeros pasos como valencianista fueron dubitativos. En pretemporada estuvo gris. “Comencé bastante mal. Me encontraba muy tieso a causa de la carga de los primeros entrenamientos“, reconoce sin tapujos el argentino. La impaciente afición de Mestalla comenzaba a desconfiar de su fichaje y, entonces, la oportunidad le llegó gracias a la lesión de Banega. Un esguince de tobillo privaba al Valencia de organizador y Unai Emery se vio obligado a apostar por Tino Costa como director de juego en el debut de Liga de Campeones contra el Bursaspor. El argentino disipó todas las dudas que se cernían sobre él con un cañonazo que se coló por la escuadra de la portería defendida por Dimitar Ivankov.

Su golazo estuvo acompañado por un recital de pases, disparos y lanzamientos de falta que conquistaron al valencianismo. Con su actuación en Turquía, Tino Costa se ganó un papel protagonista para la temporada y lo ha ratificado en los partidos frente al Hércules y el Atlético de Madrid, y desde el Valencia se avisa que todavía puede dar más de sí. “Le vas poniendo listones y los va saltando todos. No sé dónde parará“, apunta el secretario técnico Braulio Vázquez en El País. Su próximo reto será  enfrentarse al todopoderoso Manchester United. El chico que un día decidió marcharse a Guadalupe para labrarse un futuro como futbolista ya espera a los Reds Devils en Mestalla, o, lo que es lo mismo, el Teatro de los Sueños de Tino Costa.

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