Histórico
20 agosto 2010Ariel Judas

Copa Libertadores: Rafael Sóbis, y el Inter bicampeón

En un diálogo imposible de concebir desde el punto de vista tecnológico cuatro años atrás, Àxel Torres -tal vez aún desde los pasillos de Beira-Rio– me preguntaba hace apenas unas horas a través de Twitter si con el gol de anoche Rafael Sóbis se ha convertido en la mayor leyenda del Sport Club Internacional, el flamante campeón de la Copa Libertadores. Es muy joven aún -tiene 25 años recién cumplidos-, y tal vez ahora nos resulte difícil verlo de esa manera. Pero los dos goles que marcó en el 2-1 del partido de la serie final ante el Sâo Paulo en 2006, y el conseguido ayer frente a Chivas han sido fundamentales para que el equipo colorado pudiera alzarse con las dos primeras coronas sudamericanas de su historia en un lapso de tiempo muy corto.

Poco importa su bajo rendimiento en el Betis, su exilio dorado en el Al-Jazira, y su regreso como hijo pródigo de una de las mitades de Porto Alegre. Tampoco los rumores que indican que no se lleva demasiado bien con sus compañeros antiguos y actuales. Ni la extraña manera de celebrar en solitario uno de los máximos logros a los que puede aspirar un futbolista latinoamericano. Rafael Sóbis -de raíces ucranianas, con sensibilidad futbolera plenamente brasileña- se ha instalado definitivamente en la galería de máximos héroes de la grey del Inter, y probablemente en un tiempo lo veamos ocupar el trono de ícono máximo del cuadro gaúcho.

Sóbis, Leandro Damiâo y Giuliano -a quien esta Libertadores ha catapultado a la categoría de crack global- sellaron con goles y golazos la confirmación del estado de grandeza del Internacional. Dos Copas obtenidas en un lapso de tiempo tan corto -algo que en la historia reciente del fútbol sudamericano solo puede ser comparado con lo hecho por el Sâo Paulo o Boca Juniors- certifican la entrada del equipo al círculo de las potencias regionales y, por qué no, mundiales. La calidad de grande en territorio brasileño ya constaba dentro del patrimonio colorado desde hace muchas décadas, pero esta capacidad de dominio a nivel continental es algo nuevo, y merece la pena que sea celebrado por todo lo alto, tal como aún ocurre en prácticamente todo el estado de Rio Grande do Sul y el resto del país.

Tal como ocurrió en el primer partido de esta serie final, el Internacional jugó mejor en la primera mitad del partido de anoche, pero se fue al descanso con un marcador adverso. En una jugada ajena al trámite del encuentro, Marco Fabián (¿El próximo gran export de Chivas hacia el mercado europeo?) puso en ventaja al Guadalajara, avivando las esperanzas del equipo tapatío de poder quedarse con un logro inédito para el fútbol mexicano. De a ratos, los jugadores de José Luis Real supieron aguantar y contener de manera acertada el fútbol de los talentos del cuadro dueño de casa. Pero en prácticamente ningún momento se lo notó al mando del partido. En parte porque el ahora campeón es un mejor equipo, pero también porque el cuerpo técnico equivocó o demoró los cambios. También me parece que a los conjuntos mexicanos -no hablo de la calidad individual de sus componentes, que quede claro- carecen aún del grado de competitividad que existe en sus pares de América del Sur.

El partido final lo tuvo todo. El descuento para Chivas conseguido en tiempo de descuento por Omar Bravo. El número de lucha libre que habitualmente nos ofrecen las competiciones de la CONMEBOL. Pelé y su blazer rojo Santander. Nicolás Leozweatherproof, waterproof– y su cabellera casi tan colorida como la chaqueta de O Rei. La torcida del Inter, y su emocionante presencia de luz y sonido. El vibrante hormigón de Beira-Rio, que pronto tendrá su dosis de lifting mundialista. Y hasta las exageraciones y salidas de tono de los medios latinoamericanos. Todo.

¿Qué saldo deja este título de Internacional? En clave local, que Celso Roth se ha graduado de entrenador importante, luego de reconducir a un equipo que se había desdibujado bajo la conducción de Jorge Fossati. Además, que el equipo de Porto Alegre puede lanzarse con mucha mayor confianza a la caza del Fluminense y el Corinthians en la Série A. A nivel sudamericano, que se ha terminado la racha negativa de los equipos brasileños en las finales de la Libertadores  frente a equipos extranjeros. Y para el público que ha seguido el torneo desde fuera de Sudamérica, los que quedan grabados son algunos nombres. Giuliano y Sandro como talentos jóvenes que pueden triunfar en Europa (tal vez podríamos agregar a Taison a ese binomio). El renacimiento de Rafael Sóbis. La confirmación de que Andrés D’Alessandro, Pablo Guiñazú y Tinga tienen una calidad y una personalidad determinantes para este tipo de competición. Y el detalle curioso de que el arquero Roberto Abbondanzieri -a punto de retirarse- acaba de ganar la cuarta Copa Libertadores de su carrera, luego de haber disputado cinco finales.

Pese a la amargura de la derrota, el rédito para el Guadalajara es positivo. Con un sentido crítico, sí. Con reparos, vale. Pero no sería bueno lanzar por la borda lo conseguido en este campeonato por el Rebaño Sagrado. Con un componente íntegramente mexicano, en un 90% proveniente de su cantera, Chivas ha conseguido sobreponerse a las lesiones y a  la baja mundialista de medio primer equipo con las que comenzó su participación a partir de los octavos de final. El equipo -pese al fallo en la serie final- ha demostrado (como hace años lo habían hecho el Pachuca o el América en la Copa Sudamericana) que se puede intentar competir de igual a igual en los torneos organizados por la CONMEBOL. Tal vez el aporte más valioso haya sido el de haber encendido de manera definitiva -eso espero al menos- el interés del aficionado mexicano por la Copa Libertadores.

Con más de medio siglo de existencia, la Libertadores necesita adecuarse a la realidad del continente. Para consolidarse y crecer a nivel regional y global el campeonato requiere que entren en juego -de manera definitiva, y de pleno derecho- los equipos mexicanos. De ser posible, los campeones de la liga azteca, no los menos malos, ni los descartes que elijan a dedo las televisoras y la FEMEXFUT. Tampoco los ganadores de una competición que roza lo freak, como es el InterLiga. La CONMEBOL, la CONCACAF y -especialmente- los clubes mexicanos deberían sentarse a reflexionar sobre lo que ha ocurrido en esta edición de la Copa. El grado de complacencia que los jerarcas sudamericanos muestran hacia el doble status que ejercen los conjuntos aztecas en la Libertadores y la Copa América podría terminar en cualquier momento, y la ventana competitiva de la cual se benefician se cerraría ante una posible falta de decisión o compromiso de su parte.

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