Histórico
29 agosto 2010Jesús Camacho

Camacho y la Selección de todos

La dolorosa derrota de la selección española en la fase de clasificación para la Eurocopa de Bélgica y Holanda 2000 precipitó la marcha de Javier Clemente como seleccionador, urgía entonces dar un golpe de timón desde la Federación española con la intención de buscar la figura idónea que aportara estabilidad al equipo y gozara del consenso de todos.

Sin duda era una decisión complicada pero Villar y los suyos eligieron acertadamente al decantarse por José Antonio Camacho como nuevo seleccionador nacional. Su figura reunía todos los requisitos necesarios para el cargo: como jugador toda una leyenda del Real Madrid y de la selecciona nacional española, uno de los mejores laterales zurdos de la historia del fútbol español y un entrenador con una solvente experiencia acumulada como técnico, que le convertía en el entrenador ideal para retomar el rumbo de la nave española.

Camacho además era –y sigue siéndolo- un tipo con mucho carácter, de mucha raza y directo, pero noble y con la mano izquierda suficiente como para tener buena sintonía con la mayoría de los medios de comunicación.

Su debut como seleccionador se produjo de forma muy positiva pues España logró  una importante victoria ante Rusia (1-0), que sirvió para calmar los ánimos y reconducir una fase de clasificación que acabó certificando sin demasiados apuros.

Una vez en la fase final de la Eurocopa, España volvió a arrancar de forma dubitativa, encajando una inesperada derrota ante Noruega, aunque sobreponiéndose con una victoria ajustada ante Eslovenia y certificando su pase a cuartos, en un épico partido ante la selección de la RF. de Yugoslavia –Serbia y Montenegro-.

No en vano España perdía por tres tantos a dos en el minuto 92 de partido cuando dos tantos en la “Zona Cesarini” de la selección -el primero de Mendieta al transformar un penalti y el segundo de Alfonso, que mandó a la red un cabezazo previo de Urzaiz- le dieron una histórica y épica victoria a España por 4 a 3. Una victoria que abrió el camino a la esperanza pero una esperanza que pasaba por tumbar a Francia, la vigente campeona del mundo liderada por Zidane. Sin duda un duro escollo que se mostró como tal y al que nuestra selección solo pudo inquietar, cuando Raúl tuvo en sus botas la ocasión de neutralizar la ventaja -2 a 1- de Les Bleus. El lanzamiento de una pena máxima que para desgracia nuestra acabó en las nubes del cielo de Brujas con un Barthez ya batido.

Volvíamos a caer en cuartos aunque en esta ocasión ante un gran equipo que acabó  siendo campeón del torneo y certificando la tremenda potencia y calidad de una generación gala que consiguió un doblete histórico.

Camacho y su selección pasaron página y afrontaron el reto del Mundial de Corea y Japón con las ilusiones intactas y la confianza de que había equipo para hacer un gran papel en la cita asiática.

De esta forma se emprendió la carrera hacia el Mundial con la fase de clasificación, etapa en la que España alternó momentos de gran brillantez con otros en los que generaba ciertas dudas en el aficionado. Aún así España que quedó encuadrada en el grupo 7 junto a Austria, Israel, Bosnia y Herzegovina y Liechtenstein logró de forma brillante el pasaporte para el Mundial.

La selección de Camacho ya había adquirido parte de la personalidad de su técnico, el grupo era más importante que la individualidad pero la apuesta y la propuesta de fútbol, pasaba por la calidad.  Además Camacho de forma muy inteligente quiso medir la valía real de nuestra selección disputando encuentros de carácter amistosos ante rivales de primer nivel. Y la medida dejada fue un tanto irregular puesto que la selección logró vencer a Francia y a Italia, empatar ante Brasil, Portugal y Suecia y perder contra Argentina, Holanda y Alemania.

En cualquier caso España llegó a la fase final en un buen momento, tal y como demostró en tierras asiáticas. Camacho construyó una selección con buenos conceptos defensivos, con hombres como Fernando Hierro, Nadal, Helguera, Carlos Puyol, pero que intentaba llegar a la meta contraria a través del fútbol de toque y elaborado. En este apartado y ante la obligada ausencia de Pep Guardiola -enfrascado en el asunto de dopaje que le trajo en jaque en aquellos momentos- el talento de aquella selección pasaba por las botas de Juan Carlos Valerón. Además Mendieta, Luis Enrique, Joaquín, Luque o Diego Tristan sumaban calidad y alternativas a un equipo que arriba tenía una extraordinaria pareja atacante con Morientes y Raúl.

Quedamos encuadrados en el Grupo B, junto a Eslovenia, Paraguay y Sudáfrica. Y España a diferencia de otras oportunidades no defraudó en su debut puesto que se venció a Eslovenia en un completo encuentro de la selección en el que anotaron los tres futbolistas que conformaban la columna vertebral de la selección: Hierro, Valerón y Raúl.

En el segundo encuentro nos topamos con la Paraguay de Chilavert, que como era habitual en él, calentó el partido de forma inútil, puesto que España que comenzó perdiendo con un autogol de Puyol, remontó el partido, y acabó endosándole un claro 3 a 1.

España fue cobrando autoestima y creyendo en sus posibilidades a medida que avanzaba el torneo y el tercer partido, aunque muy sufrido, sirvió para reafirmar las aspiraciones del conjunto español. El rival fue Sudáfrica, que llegó a ponerse con ventaja en el marcador -1 a 2- durante el transcurso de la segunda mitad, pero nuevamente la selección tiró de calidad y casta y remontó el partido con dos tantos de Raúl y uno de Mendieta. Un 3 a 2 que le otorgó a la selección la primera posición del grupo y la envió directa al cruce en octavos con la República de Irlanda.

Fue un 16 de junio de Suwon, donde tuvimos más dificultades de las esperadas pese a que a los ocho minutos Morientes puso en ventaja a la selección. Eire le fue comiendo el terreno de forma progresiva a España y Duff dio el primer gran susto en el minuto 63, cuando fue derribado por Juanfran en el área. Penalti que tiró Harte y paró Iker Casillas -el hombre del partido-. Aún así Eire no bajó los brazos y dio entrada en el terreno al grandote Quinn, para poner cerco a la meta de Iker a través de un constante asedio aéreo. En  uno de aquellos balones que bajaban con nieve y en el minuto 90, Quinn provocó un penalti cometido por Hierro, que fue aprovechado por Robbie Keane para batir a Casillas y forzar la prórroga. Una prórroga que resultó interminable para la selección -por problemas físicos- y que afortunadamente acabó sin alteraciones en el marcador, puesto que los penaltis salvaron a una España que fue de más a menos en aquel encuentro.

En la tanda de penaltis Casillas estuvo inmenso e hizo entrar en pánico a los lanzadores de Irlanda, que no pudieron con la tremenda demostración del portero madrileño.

España había conseguido el pase a cuartos pero por mucho que nos pese, aquí  concluyó la trayectoria de la selección en el Mundial de Corea y Japón. Y es que el rival de cuartos fue Corea, país anfitrión ante el que sucedieron una serie de situaciones anormales que solo conducen a la sospecha.

Personalmente nunca he sido partidario de justificar ninguna derrota por errores arbitrales pues creo firmemente en la honestidad de los colegiados al mismo nivel que su insuficiente o en su caso adecuada preparación -dependiendo el colegiado-, pero lo sucedido con Corea en aquel Mundial no puede inducir a otra cosa que no sea la sospecha. Primero por lo sucedido en octavos ante Italia, selección que cayó ante Corea por un penoso arbitraje de Byron Moreno y segundo por lo sucedido aquel 22 de junio de 2002  en Gwangju, ante la selección española.

España no jugó a muy buen nivel, los coreanos nos asfixiaron y neutralizaron nuestro juego pero aún así España debió ganar aquel partido. Los aficionados que lo vivimos en la otra punta del mundo -desde nuestros sofás- tuvimos la sensación de que nos habían robado, por lo que los que lo vivieron en primera persona lo vivieron con idénticas sensaciones pero multiplicado por 1000.

El seleccionador Camacho fue una víctima más de todo aquello y desde un primer momento le olió mal aquel asunto: “Cuando nos topamos con Corea, manifesté a Villar mi preocupación por el árbitro. Ese año había elecciones y Villar apoyaba a Blatter. Blatter, a su vez, estaba en desacuerdo con el alemán que designaba los árbitros. Y da la casualidad que el dirigente coreano estaba a favor del teutón”

La encerrona estaba preparada tal y como relata Camacho: “El día antes del partido ya notamos hostilidades. Nos pedían acreditaciones para entrenar. ¡Pero que somos España!, le dije. Luego el encargado del campo nos preguntó en qué condiciones queríamos el terreno de juego. Y cuando llegamos el día del partido estaba al contrario de nuestras pretensiones“.

Y ya en el partido pudimos ser testigos del infame y vergonzoso recital del árbitro egipcio Al-Ghandour y sus sospechosos líneas de Trinidad y Tobago y Túnez respectivamente. Primero anulando un gol de Helguera, por una supuesta falta que no existió, y segundo y de una forma aún más flagrante, invalidando otro de Morientes, a centro de Joaquín, que el línea consideró previamente que había salido la pelota por la línea de fondo.

Dos acciones que desquiciaron a unos futbolistas españoles a los que no les quedó otra opción que la de encontrar mayor fortuna en la tanda de penaltis, en la que por cierto el fútbol volvió a ser injusto con la selección española. Joaquín falló el cuarto penalti y Hong Myung – Bo nos mandó para casa en uno de los palos más duros de la historia de la selección.

Un duro tropiezo que escenificó el estado de ánimo de Camacho, que pese al deseo de la Federación y la opinión pública mantuvo su palabra y se marchó  de la selección, cansado y decepcionado de forma especial por lo vivido en aquel estadio de Gwangju.

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