Histórico
15 julio 2010Jesús Camacho

Navas, el vendaval del “Arroyo de la raya”

Los Palacios (de la atalayuela), y Villafranca de las Marismas del Guadalquivir (Villafranca), es un pequeño pueblo que se remonta a la época de Pedro I El cruel, que hizo un castillo (o palacio), para vigilar la zona cristiana de la árabe. También hay vestigios más antiguos que dan a llamarle Atalayuela, el nombre mozárabe de Los palacios, y también Almudeyne. Por su parte Villafranca, viene del año 1501, anteriormente conocida como Anevel “Las Chozas”, por su origen más humilde. Fue en noviembre de 1501, cuando el Rey Español autorizó a esta villa la condición de franca “libre”, por lo que a partir de ese momento pudo regirse por sí misma.

Y cuenta la historia que fueron numerosos los conflictos que se vivieron entre estos dos pequeños pueblos, separados por el “arroyo de la raya”, la actual Plaza de España de esta ciudad. Esto fue así hasta 1836, cuando los dos alcaldes de las pedanías, llegaron a un consenso por el cual el pueblo pasó a denominarse Villafranca y Los palacios, al ser la primera de más antigüedad, aunque por razones de orden alfabético, se cambió por la denominación actual, Los Palacios y Villafranca.

Hasta aquí la historia de este modesto pero gran pueblo sevillano del Bajo del Guadalquivir, pero para nada una historia cualquiera pues otros hijos ilustres de la localidad se encargaron de conservar con su genialidad los vestigios históricos de su pueblo, de aquel pueblo lejano al que el poeta palaciego Joaquín Romero Murube se refirió.

Hijos del viento, como aquel niño poeta de la diestra, vendaval palaciego que recuperó del archivo histórico que constituye su pierna diestra, la línea divisoria que separó su ciudad: el “arroyo de la raya”. Y es que pegado a esa imaginaria raya de cal hizo brotar el desbordante torrente futbolístico con el que arrolló a rivales vencidos que le doblaban en corpulencia física y estatura.
La carrera endiablada de un niño pegado a la cal, extremo puro, clásico, de sabor añejo, a aquellos de antaño, una especie en extinción en toda regla.

Un jovencito maravilloso que comenzó a volar sobre la raya en el Estadio Las Marismas, donde deleitaba a todos y desquiciaba rivales sin levantar un palmo del suelo con la camiseta de la Unión Deportiva Los Palacios. Allá donde su técnico Pedro Murube contaba una anécdota curiosa vivida con Pablo Blanco -técnico de las inferiores del Sevilla-:

-“Pablo, yo tengo a un benjamín que es mejor que Reyes”

Pablo fue a verlo quedando prendado y comentando la siguiente famosa frase:

-“Es tan bueno que regatea hasta los charcos”.

Algo que hacía para no quedarse dentro de ellos por su corta estatura, por aquella genética de extremo puro que le ha llevado a convertirse hoy día en uno de esos rebeldes geniales que se empeñan en ir contracorriente, en reivindicar al extremo puro. La habilidad, el desborde, la velocidad, la genialidad, el pase, el centro, el amago, el disparo, cualidades que adornan al ‘Duende de Los Palacios’. Ese que lleva el corazón de media Sevilla en blanco y rojo. Ese mismo que ahora en rojo nos cautiva con su fútbol encarador, eléctrico y vertical.

Un chico normal que lleva dentro a un extremo eterno, pero también una persona que superó con idéntica normalidad, problemas que a lo largo de nuestra vida muchos de nosotros encontramos o encontraremos en nuestro camino. Su profesión extremo puro y su nombre Jesús Navas, el “Arroyo de la raya”, feliz noticia para España y el Mundial de Sudáfrica.

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