Histórico
6 julio 2010Francisco Ortí

La loca genialidad de Abreu

Era de madrugada en Montevideo. Una intensa lluvia y la oscuridad velaban la carretera. Tras los cristales de la camioneta apenas se podía adivinar lo que tenía enfrente. Sebastián Abreu manejaba el volante a tientas, combatiendo contra los elementos. Hasta que el viento fue más fuerte que él.  Las ruedas traseras patinaron. Sebastián clavó el freno. Ya era tarde. La camioneta volcó, dio dos vueltas de campana y se estrelló contra una columna. Todo se tornó negro.

Cuando los ojos de Sebastián volvieron a abrirse estaba postrado en una cama de hospital. Lo primero que escuchó fue a un médico explicándole que le había pasado. No le importaba. Lo único que quería saber es como estaba su amigo Fernando Suárez, quien viajaba con él en la camioneta la noche del accidente. Preguntó con insistencia por él hasta que le dieron la respuesta. Había muerto. Abreu se derrumbó.

Muchas noches, antes de dormir, Sebastián Abreu vuelve a revivir la noche del accidente. Los fantasmas de aquella tragedia no le han abandonado: “Cada tanto vuelvo a mirar esa película. Fue y es jodidísimo”. Esa funesta experiencia cambió el prisma con el que ‘El Loco’, como es apodado, afronta el fútbol. “Esos son los dramas de verdad, no un partido“, apunta Abreu, para quien el fútbol continúa siendo un simple juego. Esa faceta de su personalidad salió a relucir cuando Ghana y Uruguay buscaban un hueco en las semifinales del Mundial. La victoria se decidiría desde el punto de penalti, y Abreu ejecutaría el lanzamiento decisivo, como él mismo había pedido.

Rodeado por rostros de tensión, Sebastián caminó tranquilo hasta situarse frente a Kingson, portero ghanés. Tomó una larga carrerilla, dando a entender que golpearía a romper. Arrancó la carrera hacia el balón con furia e, insperadamente, lo acarició. El esférico voló a cámara lenta para besar la red y colocar a La Celeste entre las cuatro mejores selecciones del mundo. Lo había lanzado ‘A lo Panenka’. Una genialidad digna de un loco. Mientras el resto estaban viviendo un drama, Abreu sólo estaba jugando.

Todos en la plantilla de Uruguay sabían que esa sería la forma en que Abreu ejecutaría el penalti. Ya lo había anticipado. “El viernes ganamos por penales. Defino yo y lo hago picando la pelota“, vaticinó después de vencer en la prórroga a Corea del Sur en octavos de final. No fue la primera vez que El Loco lanzó una pena máxima a lo Panenka, ni será la última. Lo hizo para darle la Copa de Río a Botafogo y también en las semifinales de la Copa América en 2007. “Uno cree en esa forma. La confianza del grupo te da la tranquilidad de que es la forma correcta“, presume el héroe del Soccer City.

Detalles como el de los cuartos de final avalan el apodo de El Loco. Sebastián Abreu pertenece a esa clase de personas que incomodan cuando las conoces por primera vez, pero que te acaban conquistando. Ha sido capaz de entrevistarse a sí mismo durante su etapa como jugador de baloncesto y provoca risas hasta en los rivales  cuando grita “¡Llegó el tsunami del área!” al entrar en el área para rematar un saque de esquina. Rebelde, divertido y polémico, Abreu ha recorrido medio mundo vistiendo las camisetas de 18 clubes, pero siempre llevando debajo la de su amado Lavalleja.  Una camiseta que espera lucir festejando el pase a la final del Mundial y así continuar jugando…

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