Histórico
13 mayo 2010Francisco Ortí

¡U-ru-gua-yo! ¡U-ru-gua-yo!

De peinado revuelto y torso cincelado, un hombre emerge entre un mar de abrazos. Se desprende de su empapada camiseta e inicia una carrera hacia la eternidad. “¡Goooool!” Un grito unínoso, incubado en miles -millones- de gargantas, exhibe el sueño incubado durante 120 minutos y un sufrimiento de 48 años. Acto seguido los vítores enfocan directamente a ese hombre con aura de dios romano, tal vez Neptuno. “¡U-ru-gua-yo! ¡U-ru-gua-yo! ¡U-ru-gua-yo!“, clama entre lágrimas, sonrisas y bufandas apuntando al cielo medio aforo del HSH Nordbank Arena de Hamburgo.

Diego Forlán es el responsable de la cascada de emociones. Él fue quien ha permanecido en el corazón del área durante unos segundos que parecieron horas, confiando en que su compañero Sergio Agüero escapara de la emboscada tendida por la defensa del Fulham y acudiera en su busca. Así sucedió. “Corrí y luché el balón y cuando fui a centrar a Diego le dije que la picara al primer palo, se ve que me hizo caso“, relata el Kun. Diego no la picó al primer palo. El bosque de piernas inglesas que se mutliplicaba frente a él no invitaba a lujos. Él le pegó como pudo.  Poco ortodoxo. Nada estético. Como hacen los goleadores. Como debía. Y el balón, envenenado tras rozar al noruego Hangeland, se alojó en el fondo de la portería.

El gigante australiano Schwarzer se arrodilló desolado. Se repetía su pesadilla. Otro equipo español, el Sevilla, ya le había arrebatado una Copa de la UEFA de las manos. Ahora se convertía en víctima de Diego Forlán, el príncipe del gol, y sus dos cañonazos a la historia. El delantero uruguayo fue el héroe en Anfield, anotando el tanto que sellaba el billete a Hamburgo, y repitió gesta en territorio alemán. “Al final me tocó hacer los dos goles. Aún así, lo más importante es que el equipo consiguió llevarse el triunfo“, explicó con aplastante humildad segundos después de convertirse en protagonista eterno en la historia del Atlético de Madrid.

Con sus dos goles en el HSH Nordbank Arena Diego Forlán devuelve al Aleti al trono de Europa 48 años después de aquella victoria en la Recopa de 1962. La final ante el Fulham era el partido del siglo en la centenaria entidad rojiblanca, pero tenía mayor importancia todavía para el delantero uruguayo. El charrúa, a sus 30 años y con dos Botas de Oro europeas a sus espaldas, tendría la oportunidad de disputar la primera final de su carrera. Ni en el Manchester United, por falta de protagonismo; ni en el Villarreal, por culpa de Lehmann, había logrado disputar un partido como el anoche en Hamburgo.

La ausencia de títulos -más allá de los que tres que sumó desde el banquillo con el United en 2003- era la gran espina clavada en la carrera de Forlán y en cuanto ha tenido la ocasión de cambiar su sino no la ha desperdiciado. Ante el Fulham levantó su primer título en España y lo hace como protagonista indiscutible, no sólo de la final, sino también del tramo decisivo de la competición, reeditando uno de sus demoledores finales de temporada. “Diego hiberna en las primeras vueltas y sale rugiendo de la cueva en las segundas, que es cuando se juegan los títulos. Quizás lo hace inconscientemente“, analiza su compatriota Francescoli en El País.

Además, la victoria y los dos goles permiten a Diego Forlán redimirse de los pecados de una desconcertante temporada con final feliz. El ahora considerado héroe ha sido duramente criticado durante el año. Sus fallos cara  a gol y una salida de tono ante la prensa le granjearon la enemistad del Calderón, pero el paso de las jornadas amansó las aguas y la conquista de la Europa League le ha convertido en inolvidable. Forlán despertó a Neptuno para entrar en la historia del Atlético de Madrid y quiere engrandecerla en Barcelona. La final de Copa del Rey espera al U-ru-gua-yo que hiberna hasta que llegan los momentos decisivos.

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