Histórico
6 marzo 2010Francisco Ortí

Cuatro días, cuatro ciudades: Bolonia

giacomo-bulgarelli Nuestros enganchados no descansan ni en sus días libres. Tenemos a Francisco Ortí disfrutando de sus vacaciones viajando por Europa y hemos aprovechado la circunstancia para realizar cuatro artículos muy especiales. Ortí escribirá un diario de viaje al puro estilo de los enganchados: relacionándolos con el fútbol. Arrancamos con su llegada de Bolonia. ¡Buen viaje!

Me encontraba en Mestalla siguiendo el Valencia-Villarreal cuando sonó el móvil. “¿Te apetece hacer una locura?”, dijo una voz al otro lado del teléfono. Se trataba de mi amigo Luis. El cebo era especialmente tentador. ¿Cómo iba a responderle que no? Así, me interesé por lo que me proponía. Su ‘locura’ consistía en un viaje express por Europa visitando los destinos más baratos ofrecidos por las compañias aéreas y lógicamente acepté su desafío sin pensármelo dos veces.

Tras cerrar los temas burocráticos para pedir días libres en el trabajo -con más problemas de lo esperado- el camino estaba libre para iniciar la aventura y comenzamos a elegir las ciudades que ibamos a visitar. La primera parada sería Bolonia. El resto las guardo en secreto para desvelarlas poco a poco en los próximos artículos (espero que no os siente mal). Voy a dejarme ya de prolegómenos y arranco con lo que de verdad importa.

Bolonia me recibió cubierta de blanco. Según pude deducir de las conversaciones que pescaba poniendo la oreja la nevada había pillado por sorpresa a los boloñeses. A mí también. Acostumbrado al clima valenciano mi cuerpo no se lleva bien con el frío, así que los pantalones de pijama bajo el pantalón vaquero se convirtieron en mi mejor amigo durante mi estancia boloñes, junto a las pizzas por 2’50 euros que eran celestiales.

No exagero con lo de las pizzas. Bolonia es apodada Bolonia la Gorda por su excelente cocina. También se le conoce como Bolonia la Docta por su famosa universidad, y Bolonia la Roja por el color que predomina en la ciudad, tanto en los tejados como en política. Pero por lo que pude deducir si de algo están orgullosos los boloñeses durante este año es de su equipo de fútbol. El Bologna FC 1909 celebra su centenario y la ciudad está volcada aunque los resultados no son los mejores -el equipo coquetea con el descenso-.

La ciudad entera luce motivos del club. Pancartas que celebran el cien aniversario, o banderas colgadas de las ventanas. Y eso en un día sin fútbol. No coincidí con ningún partido, pero el ambiente debe de ser enorme. Entre los jóvenes Marco Di Vaio es el jugador más admirado, pero para quienes de verdad conocen la historia del club local no tienen dudas en señalar a Giacomino Bulgarelli como el mejor jugador que ha vestido los colores de la ciudad.

Onorevole Giacomino, salute!“. Era la frase que más repetían los boloñeses para hablar de su jugador emblema. Posteriormente descubrí que se trataba del lema del Bolonia cuando Bulgarelli todavía estaba en activo.  Durante los 60, antes de cada partido que se disputaba en el Stadio Renato Dall’Ara, el tifoso Gino Villani gritaba a través de un megáfono: “Onorevole Giacomino, salute!“. Bulgarelli respondía levantando la mano hacia la grada y en ese momento el árbitro podía señalar el arranque del encuentro. Hasta ese punto llegó a ser importante Bulgarelli en el Bolonia, a quienes lideró hasta el Scudetto en 1964.

Nacido en Portonovo de Medicina (24-10-1940), Bulgarelli siempre soñó con jugar algún día en el Bolonia y luchó para entrar en la cantera. A los 13 años le rechazaron, pero a los 16 cambió su suerte y cumplió su sueño. Pronto comenzó a llamar la atención y despertar celos entre los jugadores del primer equipo. Ezio Pascutti era el niño mimado del entrenador Gipo Viani, pero la llegada de Bulgarelli cambió las cosas. Los veteranos hicieron el vacío al jovencito de provincia que soñaba con ser futbolista, pero su extraordinaria calidad para manejar el centtro del campo les hizo cambiar de idea.

No tardó en ganarse la confianza de su técnico y de sus compañeros. Ahora le tocaba lo más complicado: conseguir que el legendario presidente Renato Dall’Ara le firmara su primer contrato como profesional. El resto de jugadores del Bolonia avisaron a Giacomino de lo difícil que era negociar con Dall’Ara, pero con lo que se encontró fue con un juego psicológico demasiado duro para alguien que está abandonando la adolescencia.

Fue citado en las oficinas del club en via Amendola a las ocho de la tarde. Bulgarelli se presentó allí vestido de punta en blanco y repleto de ilusión. El primer contratiempo no tardó en surgir. La celeberrima signorina Sega le informó que tendría que esperar unos minutos al presidente. Dos horas y media después Dall’Ara se dignó a abrirle la puerta de su despacho. “¿Tú quien eres?”, le preguntó Dall’Ara mirándole de arriba a abajo. Giacomo estaba dispuesto a ser fuerte, pero se derrumbó nada más ver a su presidente. “Commendatore, sólo soy un joven que quiere jugar en el Bolonia. Firmaré lo que me digas“, prometió nervioso Bulgarelli.

Así comenzó la historia de Bulgarelli en el Bolonia. Una historia que con el paso de los años se convirtió en legendaria. La más importante y recordada de los cien años de vida del Bolonia. Cuentan que Bulgarelli estuvo a la altura de Gianni Rivera, pero el hecho de no haber querido abandonar nunca el Bolonia le restó repercusión lejos de Italia. Yo, por lo menos, ya no lo olvidaré. Me despido de Bolonia en busca de mi segundo destino, pero antes me veo obligado a decir “Onorevole Giacomino, salute!”.

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