Histórico
21 marzo 2010Ariel Judas

Boca-River: El ‘clásico’ de las oportunidades

boca-riverQue a horas del partido se hable más del precio o de la forma de comercialización de las entradas que de lo que pueda pasar el domingo en La Bombonera nos dice mucho. El primer Boca vs. River oficial del año, con figuras que buscan la puerta de salida, con dos planteles que están muy lejos de su mejor momento y de ser protagonistas, encuentra a los dos equipos más populares del país en una verdadera encrucijada. El Superclásico, la carta de presentación que el fútbol que se juega en Argentina ha tenido durante décadas en el mundo, está hoy más cerca de convertirse en una atracción turística más de Buenos Aires que en una cita ineludible del calendario internacional, como ha sido hasta hace no demasiado.

En un contexto económico de guerra de guerrillas, los cinco grandes del fútbol argentino sufren desde hace tiempo una sangría de dinero y talento de la que les cuesta salir. No demasiados años atrás el jugador que tenía por meta saltar al mercado europeo veía como requisito casi obligatorio el hecho de pasar por al menos un par de temporadas por las filas de San Lorenzo, River, Independiente, Racing o Boca. El quinteto de los clubes más poderosos en el medio local se beneficiaba así no solo del producto de sus canteras y filiales, sino de lo otros equipos de menor calado generaban.

La crisis económica que desde hace años afecta a todos los argentinos, el irresponsable endeudamiento de algunas de las entidades más importantes del fútbol vernáculo, la profesionalización de la dirigencia de algunos equipos tradicionalmente considerados como chicos, y el cuestionable manejo que algunos empresarios ejercen sobre las carreras de sus representados han convertido a la competición profesional en un auténtico campo de batalla, en el que muy pocos han aprendido a sobrevivir.

Si hacemos foco en el choque entre xeneizes y millonarios de este fin de semana encontraremos a dos equipos en crisis. En lo deportivo, River llega algo mejor que un Boca hecho migajas. Los futbolistas entrenados por Leonardo Astrada (uno de los pocos que en la previa se atreve a poner algo de pimienta dialéctica al derbi) vienen de ganar a Huracán el pasado fin de semana, en uno de los primeros signos vitales de normalidad que el conjunto del barrio de Núñez exhibe en muchos meses. En lo deportivo, los de la camiseta azul y oro llegan a esta cita -si cabe- peor que el eterno rival, luego de hacer el ridículo frente a Tigre en su último encuentro.

Salvo el pequeño oasis que ha representado el título ganado bajo la conducción táctica de Diego Simeone, River hace años que está instalado en la peor crisis institucional y deportiva de su historia. Fundido en lo económico -con una inexcusable responsabilidad de las dirigencias que se han sucedido en los últimos 20 años- el club de la banda roja se ve obligado a arreglarse con lo que tiene en este momento, y se ilusiona con lo que pueda generar (que puede ser bastante) por la comercialización del nombre del estadio que hasta ahora hemos conocido como el Monumental, y por lo que pueda dejar la creación de un fondo común de inversión, una fórmula que hace una década le ha dado buenos resultados a Boca. El presidente Daniel Passarella está más preocupado por estas horas por salvar la ropa en el campeonato monetario que en el Clausura. En principio, parece acertado, viendo el estado en el que le entregaron el club hace pocos meses.

Los números también preocupan a los directivos del club de la Ribera. Pero algo menos que a los de River. Desde mediados de los noventa y hasta hace apenas dos o tres años el Club Atlético Boca Juniors fue una casi perfecta maquinaria económica y deportiva. La racha de títulos que Mauricio Macri cosechó como presidente del club (casi todos ellos con Carlos Bianchi como entrenador) permitió que los xeneizes pudieran mantener durante una década a una plantilla que -junto con la del Sao Paulo- estuvo durante mucho tiempo bastante por encima de la media sudamericana. Pero el declive económico del país, y errores cometidos en la era post-Macri han colocado al equipo en una situación en la que, hasta que el club no mueva ficha, la renovación del plantel está absolutamente paralizada.

El regreso de Juan Román Riquelme desde el Villarreal ha resultado una operación demasiado cara, especialmente en momentos como el actual, en el que Boca no puede recurrir a los ingresos que tradicionalmente le han aportado la participación en la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana. La contratación de Carlos Bianchi como secretario técnico del club ha resultado completamente ruinosa, no solo por los malos resultados de las incorporaciones gestionadas por el Virrey, sino por el alto valor de los honorarios del ¿ex? entrenador. Un error importante -que debe ser imputado a Bianchi y al presidente Jorge Amor Ameal- también ha sido el de haber traído a un Alfio Basile más cerca del retiro dorado en Punta del Este que de curtirse bajo el cielo porteño en Casa Amarilla para que se hiciera cargo del primer equipo. Nada ha funcionado bien para jugadores y directiva boquense desde el inicio de 2009.

En lo económico, el equipo que dice representar a la Mitad Más Uno tiene algunas soluciones bastante al alcance de la mano. Como la venta de alguno de sus jugadores, como Nico Gaitán, que interesa a algún equipo importante de Europa. Las arcas del club se aliviarían mucho si Riquelme marchara a otro equipo. El feeling entre Román y muchos de sus compañeros no es el mejor, lo mismo que su actual producción en la cancha, resentida por alguna lesión y el poco apego a los entrenamientos que el enganche ha exhibido en el último año. Ante este panorama el enganche ha dado a entender que el del domingo podría ser el último Superclásico de su carrera. En la vereda de enfrente, Marcelo Gallardo también presiente que su historia como jugador del máximo duelo de la liga argentina está próxima a su fin. Aunque no hay comunicación oficial u oficiosa, también podemos decir que Ariel Ortega -en medio de un tira y afloja con River- no volverá a disputar un encuentro de esta categoría. Tres nombre muy grandes que probablemente comiencen a elaborar su despedida del fútbol argentino esta semana. Tanto o más veterano que este trío es Martín Palermo, quien pretende batir récords este domingo y continuar durante al menos una temporada más siendo el dueño del ataque xeneize. Puro morbo el que servirá el inconmensurable Loco, que podría convertirse durante este partido en el máximo goleador de la historia de Boca Juniors.

Boca y River jugarán el derbi por poco más que el orgullo, en un duelo con mucho olor a fin de ciclo en ambos equipos. Momento de crisis para los dos. Una buena oportunidad -así lo veo- para cerrar una etapa, y comenzar la cirugía reparadora durante el largo receso que se producirá en la primera división argentina desde la finalización del Clausura, y hasta el inicio del Apertura, ya entrado el mes de Agosto. Unos y otros tienen la oportunidad de conjurarse para, cuando se encuentren nuevamente en el segundo semestre, el Superclásico comience a recuperar su verdadero valor, que está a galaxias de distancia de los packs preparados para el turista extranjero y de los turbios negociados que terminan financiando a los violentos que albergan las aficiones de uno y otro club.

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