Histórico
16 enero 2010Francisco Ortí

Omotoyossi, enemigo repudiado

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La calle está aborrotada, como de costumbre. Será necesario excavar para abrirse paso entre la muchedumbre. Una vez dentro es complicado ver el sol y eso que en Lagos es abrasador, pero Razak se arma de valor. Al otro lado de la multitud se encuentra un pequeño tesoro para su casa. Toma aire y  se adentra en el laberinto humano. Esquiva a la mujer que carga con dos niños, pasa por delante del hombre que grita para vender fruta, salta un charco y se sitúa frente a su ansiado tesoro. No es más que una caja de cartón, pero a los ojos de Razak es una cómoda cama en la que dormir esta noche.

Razak tiene 19 años y es vagabundo. Tuvo tiempos mejores, pero ahora está condenado a vivir en la calle por un crimen que no cometió. Si le hubieramos conocido dos meses atrás encontrariamos a un chico totalmente diferente, al que la vida le sonreía. Soñaba con ser futbolista. Militaba en el Sunshine Stars Football Club, de la Premier League nigeriana y decían que era un prometedor delantero. Tenía una larga carrera por delante, pero entonces sucedió el desgraciado incidente que le cambió la vida.

Durante un partido entre el Sunshine Star y el Eyimba FC, el árbitro fue agredido. “Ha sido el número nueve“, le soplaron al colegiado. Ese era el dorsal de Razak, quien fue aplastado por el despiadado peso de la ley. La Nigeria Football Association (NFF) le impuso una sanción ejemplarizante para que se respetara a los árbitros y fue condenado con cinco años sin poder jugar. Razak protestó. Defendió su inocencia. Nadie le creyó. Su equipo le despidió, cortándole el único dinero del que vivía y obligándole a vivir en la miseria. Las esquinas de las superpobladas calles de Lagos se convirtieron en su hogar.

Razak Omotoyossi (8 de octubre 1985) no pudo aguantar mucho tiempo ese estilo de vida. Él sólo quería, sólo sabía, jugar a fútbol. Ese era su único deseo. Así que recogió sus pocas pertenencias y cruzó la frontera en busca de un nuevo hogar. Benin le recibió con los brazos abiertos. En su nueva casa no tardó en convertirse en un ídolo gracias a sus habilidades con el balón. Como un perro abandonado que encuentra una nueva familia, Omotoyossi juró fidelidad a Benin. Obtuvo la nacionalidad lo más pronto que pudo y en cuanto la logró se enfundó la casaca nacional. Había pasado de ser un sin techo a convertirse en jugador internacional.

Desde su nuevo escaparate no tardó en llamar la atención de los ojeadores europeos. El Sheriff moldavo, un equipo especializado en encontrar gangas donde nadie busca, le abrió las puertas de Europa y así comenzó un periplo que ha llevado a Omotoyossi al Helsinborgs, Al Nasr y, finalmente, al Metz francés, donde juega actualmente. En Francia, Omotoyossi, de 23 años, vuelve a ser feliz, aunque su llegada al club estuvo rodeada de polémica. El jugador fue engañado y creyó que fichaba por un conjunto de la Ligue 1, cuando en realidad el Metz militaba en la segunda división gala. Tras varios meses de discusiones, Omotoyossi se centró en lo que mejor sabe hacer y empieza a disfrutar su estancia en el Metz.

Pero la mejor noticia todavía estaba por llegar. Pese a que Omotoyossi volvía a ser feliz todavía quedaba una sombra en su pasado. Todavía se le consideraba culpable de la agresión a un árbitro en 2003 y por fin se podría demostrar que era inocente. Un vídeo que había permanecido oculto durante demasiado tiempo dejó en evidencia a la NFF. Omotoyossi no se encontraba ni cerca del árbitro en el momento del ataque. Ahora sí, Omotoyossi podía decir que era totalmente feliz.

Sin embargo, el destino le reservaba un nuevo regalo. Con la Copa de África como escenario, Razak Omotoyossi podrá verse las caras con quienes les repudiaron. Nigeria y Benin se vieron encuadradas en el Grupo C y este sábado se enfrentarán en Angola. La derrota de los nigerianos en la primera jornada ante Egipto les sitúa al borde de la eliminación. Omotoyossi y Benin podrían dar la puntilla a las Super Águilas. Razak tiene la oportunidad de vengarse de aquellos que le convirtieron en un inocente condenado.

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