Histórico
13 enero 2010Ariel Judas

Barcelona Guayaquil y una cuestión de altura

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Casi en puntas de pie. Sin hacer demasiado ruido. Sumido en una crisis de resultados que parece inacabable, el Barcelona Sporting Club acaba de tomar una decisión que puede sentar precedente y hacer historia en el fútbol mundial. El Ídolo del Astillero -uno de los dos equipos más populares de Ecuador- ha anunciado esta semana que dejará Guayaquil, su ciudad, para mudarse a la altura de Quito, el nuevo polo del poder futbolístico en el país.

No es que el cuadro canario vaya a abandonar su calidad de local en el Monumental Isidro Romero Carbo, sino que la plantilla del Barcelona -un equipo del Litoral– vivirá y entrenará de lunes a viernes en los 2.850 metros de altitud de la capital del país con el objetivo equipararse en su preparación física a los equipos de la Sierra, que ya constituyen una mayoría clara en la Serie A ecuatoriana.

Emelec y Barcelona -los equipos con mayor cantidad de aficionados en todo el país- representan a la ciudad de Guayaquil, la Perla del Pacífico. Durante décadas, el dominio de los Eléctricos y los Toreros en el panorama futbolístico ecuatoriano ha sido apabullante. El éxito deportivo de las escuadras emelecistas y barcelonistas ha estado acompañado y alimentado por la pujanza económica que siempre ha distinguido a la ciudad portuaria del resto del país. Pero las malas administraciones y la falta de títulos han ido minando el prestigio de el Bombillo (que no gana un campeonato desde el 2002) y el Ídolo del País (que ha dado su última vuelta olímpica en 1997).

La caída en picado del poderío de ambos equipos guayaquileños ha coincidido con el alza de los principales equipos de de la capital del país: El Nacional, el Deportivo Quito y la Liga de Quito. En esta versión sudamericana de la teoría de los vasos comunicantes que tantas veces se aplica en el campeonato español (en el marco del folklore futbolero la primera división de Ecuador y la Liga de las Estrellas tienen en común más de lo que uno a primera vista podría suponer), quienes han cortado el bacalao en la Serie A en esta última década han sido los Puros Criollos (una versión andina de lo que en otras latitudes representan el Athletic de Bilbao o las Chivas Rayadas del Guadalajara), el Equipo de la Plaza del Teatro, o los Albos.

Los tres clubes quiteños -de manera más acentuada en el caso de LDUQ, que pasa por el momento más brillante de toda su historia- han sabido trabajar mejor que el dúo de Guayaquil. Han gastado menos dinero en estos últimos diez años (y lo han sabido administrar infinitamente mejor), han tenido políticas de crecimiento institucional mucho más racionales, y han trabajado de manera seria en sus respectivas canteras. Pero, además -y este es un factor que no debe ser soslayado- han sabido sacar provecho -como nunca había pasado anteriormente en la historia de los campeonatos de primera división a nivel mundial- de los casi 3.000 metros de altitud sobre los que están posados.

Para quien reside habitualmente en el llano el solo hecho de trasladarse a una localidad ubicada a varios centenares de metros por sobre el nivel del mar puede plantear dificultades. Náuseas, mareos y la sensación de que a uno le falta el aire son los cuadros más recurrentes en estos casos. Y en alturas extremas como la de Quito, la cuestión se agrava. En lo estrictamente futbolístico, los 2.850 metros de altitud de la capital ecuatoriana producen efectos difíciles de controlar. Daniel Passarella, ex seleccionador de Argentina, creó escuela al decir que allí “la pelota no dobla”.

Hasta ahora, la combinación de fútbol y altura solo había generado debate a nivel internacional, sea con motivo de las eliminatorias mundialistas, o a raíz de la disputa de encuentros por la Libertadores o la Sudamericana en algún escenario andino. La FIFA parece haber dejado de lado de momento la intención de prohibir los partidos en las ciudades que alguna vez puso en su “lista negra”, pero la decisión del Barcelona Sporting Club tal vez vuelva a reavivar esos ánimos.

Doce equipos participan del torneo de primera división de Ecuador. Todos ellos (menos el Emelec, el Barcelona y el Manta, que juegan como locales en el llano) son equipos de la Sierra, cuyos estadios están ubicados a más de 2.500 metros por encima del nivel del mar. La ecuación para el cuadro Torero es sencilla: prácticamente el 85% de sus rivales en la máxima categoría residen en la atura, y el 45% de los partidos que deberá disputar en este primer semestre tendrán serán disputados en ciudades con altitud extrema.

Teniendo en cuenta estos datos, suena como bastante lógica la decisión adoptada por el entrenador Juan Manuel Llop de mudar a sus jugadores a Quito durante al menos los primeros seis meses del 2010. Por estas horas, en la que la economía tal vez no pueda marcar la diferencia en favor del conjunto guayaquileño, el Barcelona pretende dejar de dar ventaja en el terreno de la preparación física y psicológica, dentro de un peculiar campeonato que este año se jugará en situaciones consideradas como anómalas por muchos.

La suerte que corra el Ídolo del Astillero tras adoptar esta medida puede marcar a fuego lo que de aquí en más se haga en América Latina en cuanto a la preparación de partidos o de torneos en la altura extrema. De reojo seguirán sus estadísticas sus dos compañeros del Llano, el Emelec y el Manta. Pero también lo harán los equipos de Bolivia, Perú, Colombia y México, países todos en los que existen estadios construidos a más de 2.000 metros por sobre el nivel del mar.

Si el Barcelona Sporting Club (donde estuvo Benito Floro) logra volver a ser competitivo dentro de la primera división ecuatoriana tras mudarse a Quito pueden suceder dos cosas. La primera, que la barrera física y psicológica que representa jugar al fútbol en la altitud extrema se agigante. Si un equipo poderoso e histórico a nivel local e internacional como es el canario solo puede recuperar su capacidad de luchar por el título en base a una deslocalización (provisoria o más o menos permanente), eso no hará más que fortalecer la imagen de otros actores, como la Liga de Quito, el Deportivo Quito y El Nacional. También reforzará la sensación de inexpugnabilidad que la capital ecuatoriana ha tenido en los últimos años cada vez que la Tricolor juega allí en partidos por las eliminatorias para una Copa del Mundo.

Además, si la idea de Llop y los dirigentes del club aporta resultados positivos, se demostrará también que (como probaron recientemente Oscar Washington Tabárez y la selección de Uruguay) la altura puede ser contrarrestada, que existe un método para domarla. El componente místico que existe alrededor de sedes como La Paz, Cuzco, Bogotá, el D.F., Oruro o Quito comenzará a fenecer de a poco. Bastante se ha demonizado a estas ciudades -de manera absolutamente injusta- en el marco latinoamericano e internacional. Me parece muy sano que alguien haya decidido tomar el toro por las astas e intente profesionalizar un debate que hasta ahora ha tenido más de oscurantismo que de análisis racional, basado en la realidad de los países sudamericanos y de México.

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