Difícil de asumir pero cruelmente real. La Selección española Sub 20 estaba encaminada a algo grande en Egipto 2009. Había arrollado en la primera fase, no había recibido goles y se enfrentaba a la selección italiana más débil de la historia. Tres razones de peso que debían colocarnos en cuartos de final y seguir tomando moral. Sin embargo, un cruce de sensaciones amargas en una tarde agónica en la que España jamás se sintió cómoda, acabó por abrirnos las puertas de salida de manera sorprendente. Se acabó el sueño egipcio (1-3).
Esa sensación de incomodidad mil veces vista ante cualquier selección italiana, superlativa cuando la incapacidad se convierte en impotencia (tras la expulsión de Botia a la media hora), creció poco a poco. Fran Mérida no encontró su ritmo, Parejo desapareció del césped, Aaron no tuvo suerte pese a ser el más incisivo y la zaga infranqueable empezó a hacer aguas. Italia, que había recibido cinco goles en la primera fase, que había sido goleada por Egipto y que ni tan siquiera cuenta con jugadores de talento (sólo un llegador como Mazzarani rompe ese esquema plano), nos echó fuera consumando las malas vibraciones con las que se inició el partido.
Una asistencia de oro del citado Mazzarani a Mustacchio, que encima goleó en semi-fallo, rompió la gran defensa española hasta la fecha. El propio Mazzarani repitió poco después tras aprovechar un bote extraño y la indecisión de la defensa española. Sin embargo, los de Luis Milla dieron un paso adelante buscando la heroica. Aaron se topó con el larguero y a continuación supo batir a Fiorillo en un penalti (de Panenka) que nos metió de nuevo en el partido. Aunque parezca increíble, tanta era la debilitad de Italia que pese a contar con un hombre menos, encontraban excusas para dejarse llevar, retrasar posiciones y dar la pelota a España, con lo que el argumento que tacha de floja la generación azzurrina aumentaba su credibilidad.
Obligado a arriesgar, adelantar líneas y ajustar su alineación con un hombre menos, España se fue con todo arriba. Aparecieron en el césped dos jugadores ofensivos como Kike y Ander, Italia se acongojó y Aaron volvió a ser clave. Un recorte a su marcador, un giro en el área y un poquito de teatro le llevaron de nuevo al punto de penalti, aunque esta vez Fiorillo sí acertó la intención del jugador del Celta y mandó al traste las esperanzas de la ‘rojita’. Justo después, con todos al ataque, Mustacchio nos puso la cruz. Fin del periplo. Vuelta a casa y de nuevo, decepción mayúscula con nuestras categorías inferiores.