Histórico
21 septiembre 2009Ariel Judas

A Boca se le notan los años

boca-juniorsTras una década prodigiosa, a lo largo de la cual fue el mejor equipo de América del Sur, a Boca Juniors se le comienzan a notar los años. Parece que los xeneizes ya no cuentan con un plantel de garantías, con capacidad de ganar torneos en la liga argentina y con posibilidad de ser competitivo en las competiciones internacionales. El celebrado regreso de Alfio Basile como entrenador -que prometía devolver al club a esa seguidilla de títulos conseguidos por el Coco antes de marcharse a la Selección- de momento deja un balance negativo.

Lejos de los punteros del Apertura, eliminado de la Copa Sudamericana, y con un panorama muy complejo para conseguir su clasificación a la Libertadores, Boquita tendrá que replantearse varias cosas para terminar el 2009 con una sonrisa, o al menos una mueca de satisfacción.

Los éxitos de Boca aún están frescos y son palpables. A nivel local, el equipo Azul y Oro se quedó con el Apertura 2008, bajo la conducción táctica de Carlos Ischia. Y en el campo internacional, en épocas de Miguel Ángel Russo, se ganó la Copa Libertadores 2007, y se fue semifinalista en 2008. Pero desde la final del Apertura 2006, perdida ante Estudiantes en la cancha de Vélez, el cuadro de la Mitad más Uno da la impresión de haber entrado en una lenta dinámica de final de ciclo. Una espiral descendente que parece haberse acentuado y acelerado el pasado miércoles en el mismo escenario, el estadio José Amalfitani.

El Fortín y los xeneizes dirimieron en Liniers uno de los emparejamientos de la primera fase de la Copa Sudamericana. En el encuentro de ida, jugado hace unas semanas en la Bombonera, ambos equipos igualaron 1-1 en un partido bastante igualado. Boca dominó a voluntad la primera mitad, repitiendo momentos de buen nivel como el que los entrenados por Alfio Basile habían mostrado durante su gira por Europa, pero -ante el agotamiento físico de los locales- el equipo de Ricardo Gareca se hizo con el control en el segundo tiempo, y terminó igualando.

A diferencia de lo que ocurre en la Copa Libertadores -que tiene un formato similar al de la Champions League-, en la Sudamericana los equipos van avanzando a medida que superan series de partidos de ida y vuelta ante sus respectivos rivales, en los que los goles marcados como visitante valen doble. Teniendo en cuenta el resultado del primer partido, Vélez llegaba a la revancha con una mínima ventaja y un poco más de tranquilidad, en la que un resultado como el 0-0 le ponía en los octavos de final. Boca, por su parte, estaba poco menos que obligado a salir a buscar la victoria, o a marcar más de un gol para intentar conseguir un empate que le diera el pase a la siguiente fase.

En otras épocas no demasiado lejanas, apenas un par de temporadas atrás, la 12 no hubiese dudado en llegar a las gradas del estadio del campeón del Clausura confiado en las posibilidades de su equipo. Pero el presente boquense dista bastante del ideal del hincha. Tras cuatro jornadas disputadas en el Apertura el equipo de Basile solo ha podido ganar un encuentro (como visitante, frente a Lanús), ha empatado en su estadio ante Argentinos Juniors y Newell’s, y viene de perder el pasado fin de semana en su visita al recién ascendido Atlético de Tucumán. Apenas cinco goles (y solo un par de ellos fueron autoría de delanteros) marcados en esos cuatro choques, a lo largo de los cuales recibió seis tantos.

Este Boca Juniors se ha convertido en un equipo muy vulnerable, especialmente en materia defensiva. Exceptuando a Roberto Abbondanzieri (que alterna buenas y malas, pero que el miércoles tuvo un partido impecable) y al central Julio César Cáceres, la última línea xeneize está pasando por uno de sus peores momentos de la última década.

Aún son figuras incuestionables para el hincha (lo han dado todo por el club, y han sido claves en los momentos de gloria que Boca ha vivido en la última década), pero hoy por hoy Claudio Morel Rodríguez y Hugo Ibarra aportan poco y nada en la cobertura de los laterales y aún menos en materia ofensiva, como solía ser su característica. Los 31 años del internacional paraguayo y los 35 del formoseño, sumados a las lesiones crónicas que ambos acusan, son un lastre que pesa demasiado en contra de la fiabilidad de la línea de fondo boquense. Y Gabriel Paletta -que en algún momento apuntaba a ser un central de jerarquía- parece haber quedado estancado en su proyección, y últimamente se le nota absolutamente descentrado. Facundo Roncaglia y Juan Forlín, hoy en el Espanyol, brindaban más seguridad que la que hoy proporciona el ex jugador de Banfield y el Liverpool.

Los mayoría de los refuerzos que incorporó Boca antes del inicio del Apertura son volantes: Ariel Rosada, Gary Medel, Federico Insúa y Guillermo Marino. Salvo este último, que sí está cumpliendo con lo que de él se esperaba, los otros tres pasan absolutamente desapercibidos dentro del equipo del Coco. Ni el ex jugador del Celta es el que brilló en el Toluca años atrás, ni el chileno es el motor de la selección entrenada por Marcelo Bielsa, ni el Pocho es el de su anterior etapa en Boca, que podría haber sido un excelente socio para Juan Román Riquelme. El Torero tampoco está bien. Tiene una lesión en su rodilla izquierda, y eso perjudica a la característica más notable que posee el enganche: la de poder trasladar el balón controlado, la de distribuir y asisitir a sus compañeros. A Román se le ve presuroso para desprenderse de la pelota, y todo el juego del equipo se resiente. Algo similar ocurre con Sebastián Battaglia, el termómetro del equipo, quien comenzó la temporada tocado y no ha terminado de recuperarse.

Martín Palermo -pese a su veteranía y a que ayer terminó viendo una tarjeta roja- sigue siendo el único representante de la vieja guardia que aún está a la altura de un equipo como el Azul y Oro. Y sus ocasionales compañeros de ataque –Pablo Mouche, Lucas Viatri, Ricardo Noir o Nicolás Gaitán– son de los pocos que por estas horas generan reacciones positivas en la masa de aficionados de uno de los dos grandes del fútbol argentino.

Boca chocó -futbolística y físicamente- con un Vélez que le comió el hígado. El 1-0 con el que se cerró el marcador dice poco del dominio que ejerció el equipo ganador del Clausura en el partido del miércoles. Jugadores como Fabián Cubero -que reclama a gritos una convocatoria para la Selección-, Emiliano Papa, Sebastián Domínguez, Maxi Moralez y Jonathan Cristaldo marcaron la diferencia en un partido en el que el equipo local demostró que tiene hambre y los visitantes dejaron claro que quieren comer, pero que el médico y la edad los han puesto a dieta.

Un año completo sin competiciones internacionales (los seis meses de esta Sudamericana, más la Libertadores del primer semestre de 2010, de la que de momento está muy lejos) puede terminar siendo una carga de profundidad para el transatlántico de Boca Juniors. Algunas de sus máximas figuras cobran sueldos quasi europeos, y los dólares que otorgan las competiciones de la CONMEBOL, la televisión y los patrocinadores son fundamentales para poder mantener la estructura y la plantilla que hoy en día tiene el equipo de la Ribera. ¿Se puede mantener un equipo caro como el xeneize con este panorama?

No me gusta meterme en el bolsillo de nadie. No soy quién para hacerlo. Pero los socios e hinchas están comenzando a plantearse si merece la pena tener en el equipo a algunas figuras que cobran casi como jugaran en Europa, pero que rinden bastante menos que jugadores de equipos menos poderosos de la liga argentina. También comienzan a notar que el sueldo que se le paga a Carlos Bianchi en su rol de secretario técnico o manager del fútbol profesional tal vez sea demasiado elevado, teniendo en cuenta el éxito o la importancia de las gestiones que ha llevado a cabo desde Enero en adelante. Y muchos también consideran que el regreso del cuerpo técnico liderado por Alfio Basile –a quien, pese a que es consciente de la gravedad del momento, no se le cae una sola idea desde su llegada– es un gasto que el club podría haberse ahorrado. Entrenadores como Ariel Cuffaro Russo, Luis Zubeldía, Ricardo Gareca o Alejandro Sabella -menos pretensiosos en materia económica que el Coco- están obteniendo un rendimiento sobresaliente de sus respectivos planteles, teóricamente menos completos que el de Boca.

Desde finales de los noventa, y durante casi una década, la combinación de un presidente como Mauricio Macri -que, nos guste o no está a años luz en su rol de gestor de un bastante improvisado Jorge Ameal-, un entrenador como Carlos Bianchi, y un puñado de futbolistas que llegaron en su mejor momento al club hicieron que Boca se convirtiera -sin discusión de por medio- en el mejor equipo del continente. Desde la salida de quien hoy es alcalde de Buenos Aires del club, la entidad ha desaprovechado la oportunidad de ir reciclando y renovando paulatinamente su plantilla. Cuando termine este Apertura tal vez se vea forzado a hacerlo de una manera abrupta y con pocos recursos, tras haber tirado por la borda una posibilidad tal vez irrepetible de convertirse por muchos años más en la potencia hegemónica del fútbol de Argentina y América.

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