Histórico
14 julio 2009Jesús Camacho

Balones de Oro: El holandés volador (1971, 73 y 74)

cruyffKafka dijo que es imposible poder recordarlo todo, en concreto escribió: “5 de febrero. Mañana buena, imposible recordar todo”. Una frase de ese “Buitre que gira y gira constantemente” que aunque no nos descubre nada nuevo (puesto que cuántos de nosotros somos capaces de recordar el primer latido del corazón de nuestra madre), nos coloca en la tremenda paradoja de que para recordar es necesario olvidar. Y es que olvidamos constantemente para hacer nuevos huecos en nuestra memoria en los que depositar recuerdos recientes. Con ello no pretendo restar valor al recuerdo sino constatar el verdadero valor del olvido aunque me adentre en la quimera de tratar de justificar el olvido a través de la escritura, siendo ésta una entidad incompatible con la facultad de olvidar por ser impermeable al tiempo.

Y ese olvido trasladado al fútbol me ha permitido convertirme en nigromante (como aquel personaje que apareció en Teatro en el siglo XVI) de imágenes, videos, fotografías, audio y textos de gran capacidad invocadora. Por tanto partiendo de la base de que olvidar lleva consigo innumerables beneficios y de que la moda es esclava del tiempo y no al revés me gustaría que recordarais aquella instantánea del gol imposible y el vuelo de arte marcial de Johan Cruyff ante Miguel Reina del Atlético en la temporada 73/74, que le hizo acreedor al titular de “el holandés volador”. Un gol que retrataba a un genio, al mejor intérprete del “Fútbol Total” de la historia.

Ese futbolista nacido en un barrio llamado Betondrop, situado en las entrañas de Ámsterdam en el que con solo cruzar la calle se topaba de frente con el estadio del Ajax, y allí gastó zapatos sin cesar hasta que logró domar a ese objeto que acabó convirtiéndose en una extensión más de su cuerpo. Por entonces era Jopie (como le llamaba su madre) y sus grandes ídolos eran dos tipos con un don: Alfredo Di Stéfano y Faas Wilkes, capaces de hacer felices a la gente jugando al fútbol como solo ellos sabían. Y el primer paso para llegar a ser como ellos lo dio gracias a su madre, que consiguió su ingreso en las categorías inferiores del Ajax. Todo parecía encaminado para que el genio fuera creciendo, pero con la pérdida de su padre a los trece años, Johan se quedó sin un personaje de referencia muy importante en su vida. Entonces Johan tuvo que dar un paso adelante y elegir el camino en el que creía tener más posibilidades de salir adelante: el fútbol. Y paralelamente al esfuerzo y la figura trascendental de su madre Petronella, en el fútbol fue encontrando paternales personajes que ayudaron a que el niño se convirtiera en hombre y en genio. El primero de ellos fue el cuidador del campo del Ajax que se convirtió en su segundo padre, puesto que era un hombre al que conocía prácticamente desde que había aprendido a andar.

El segundo que encontramos en esta meteórica ascensión es Vic Buckingham, el técnico que recomendó al club su apuesta por el chaval y el que lo hizo debutar. En ese partido contra el JVAV Gröningen, el 15 de noviembre de 1964 –y con el 8 a la espalda-, comenzaba la leyenda del mejor jugador europeo del siglo XX. Una leyenda forjada a base de mucho talento pero también a base de trabajo y en este punto encontramos a otros dos de sus padres futbolísticos Rinus Michels y Stefan Kovacs que le ayudaron a madurar futbolísticamente, en la preparación táctica y física. Y en especial Rinus Michels, que ideó para él un programa de ejercicio físico, concebido especialmente para desarrollar su endeble complexión, tras él se convirtió en pura fibra y velocidad. A partir de aquí comenzaba la leyenda de ese número catorce que decidió colocarse en su espalda porque a los catorce años de edad logró su primer título en categoría juvenil. Y lo hizo en un equipo en el que todos escuchaban durante las conversaciones tácticas. El extremo izquierdo no podía dormirse cuando el entrenador hablaba sobre el lateral derecho. Rinus Michels fue el estratega. Johan Cruyff, el táctico o lo que es lo mismo, orientador pensante uno, ejecutor pensante el otro. Un futbolista total, de ese estilo que puso en práctica Rinus Michels y en el que los Krol, Suurbier, Neeskens, Keizer, Rep eran polifuncionales…

El Ajax de Cruyff que marcó época, que logró un ‘grand slam’ Copa de Europa, Liga, Supercopa de Europa y la Copa Intercontinental. Y de entre todos estos títulos uno de ellos marcó el inicio de un época, el de Copa de Europa de 1972, en el que el Ajax venció al Inter 2-0 con lección y dos goles de Cruyff, pese al marcaje individual de Oriali. Una final que supuso la victoria de un nuevo estilo sobre el tradicional estilo italiano, ese nuevo estilo que cumplía con la regla universal del fútbol, en el que la sencillez es lo más atractivo, un fútbol de toque, a una velocidad endiablada, con unos extremos hábiles. Un dinamismo físico, táctico y técnico liderado por un futbolista total, dotado de una inteligencia táctica y un carácter único, además de un cambio de ritmo nunca visto hasta esa época. Johan frenaba, arrancaba, volvía a frenar y arrancaba nuevamente a velocidad de vértigo para romper a su marcador. Uno de los cuatro grandes, capaz de llevar la batuta de su equipo, meter un pase de gol o llegar y finalizar la jugada como un auténtico nueve. Una leyenda que cuando dejó el Ajax ya había logrado 8 Ligas, 8 Copas de Holanda, 3 Copas de Europa, 1 Copa Intercontinental y una Supercopa de Europa.

Fue entonces cuando en otra muestra más de su carácter y rebeldía echó abajo su fichaje por el Madrid y se marchó al máximo rival, al Barça por 60 millones, un traspaso récord. Un fichaje que cambió la historia del club y comenzó a cambiar la historia del fútbol español. Ese endiablado futbolista que rompía cinturas con su drag-back: Con el cuerpo de medio perfil frente al defensa, Cruyff amagaba un pase rutinario atrás con el interior. En el último momento, cambiaba de idea y giraba el tronco con violencia, para tocar la pelota con el talón en la dirección opuesta a la anunciada, por detrás de la otra pierna. Un engaño perfecto que dejaba a cuadros al defensor, made in Johan. Un genio que como azulgrana dejó una primera temporada de ensueño junto a los Marcial, Sotil, Rexach, Asensi, Rifé, con una fecha marcada en rojo en el calendario, el 17 de febrero de 1974. Un 0-5 en el Bernabéu con una exhibición de fútbol del conjunto azulgrana.

El dueño del cambio de ritmo que en el Mundial del 74 y acompañado por su padre futbolístico consiguió que Holanda y su selección no estuviera partida en dos (jugadores del Ajax y del Feyenoord) y colocó su nombre en la historia del fútbol. Rinus transmitió su idea y Cruyff preguntó uno por uno a sus compañeros si aceptaban la propuesta de Michels arengándolos con una frase “El que no esté con nosotros, está contra nosotros.” Así comenzó a cuajar aquella “Naranja Mecánica” ese “Fuego Naranja” que asombró al mundo y que solo pudo apagar un bombardero alemán.

Una dolorosa decepción en la carrera de Johan, que como contó Sadurni ya no quiso volver a su mejor nivel: “Cuando llegó era un fenómeno y al segundo y tercer año ya no quiso entrenarse. Se estiraba en la sala de masaje y que lo hiciesen los otros”, “Fumaba Camel sin filtro en la media parte de los partidos”.

Johan decidió que su etapa buena en el Barça había llegado a su fin, pero su huella era ya imborrable. Su carrera tomo rumbo a la NASL para luego regresar a su país y seguir impartiendo cátedra en el Ajax, ganando dos Ligas más y una Copa y creando otra jugada de genio, el penalti indirecto. Una etapa de su vida en la que falleció aquel cuidador del campo que había sido como su segundo padre y que le afectó a nivel personal. Un bajón anímico y deportivo que hizo dudar a los dirigentes del Ajax por su bajo rendimiento, pero que espoleó el carácter rebelde de Cruyff que se marchó al máximo rival, el Feyenoord para hacerlo a lo grande y conquistar el título de Liga.

Así fue el Cruyff futbolista, el primer holandés en conseguir el Balón de Oro y el primer jugador de la historia en conseguirlo en tres ocasiones (1971, 73 y 74).

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