Histórico
22 abril 2009Jose David López

Libertad ‘arshavínica’ en Anfield

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El desentrañamiento de la libertad ha sido motivo de discusión entre filósofos de todos los tiempos. Sartre, Hegel o Kant estudiaron profundamente su significado y la perspectiva respecto al ser humano y su forma de entenderla. Algunas concepciones argumentan que siendo el hombre libre, no lo es del todo pues tiene toda actividad regulada por pautas de conducta que le dicen lo que debe y lo que no debe hacer. A estas se suma la contradicción que sostiene que aún teniendo la conducta regulada por normas existe la disyuntiva de lo que el individuo decide o no decide hacer, otorgándole otra acepción a la palabra libertad, libre albedrío.

En fútbol, como en la vida, todo está regido por un formato que podemos seguir o que nos permitirá rebelarnos buscando nuestra verdadera libertad. Los técnicos son, quizás, los dictadores que ejecutan con órdenes sobre el césped a sus esclavos, que suelen agachar la cabeza, cumplir su cometido lo mejor que puedan y esperar una recompensa final. Esas directrices técnicas, en cambio, regulan la capacidad de cada individuo ya que algunos personajes deciden buscar la anhelada libertad con rabia, ambición y sin mirar atrás. Este martes, en Anfield, en el corazón del fútbol inglés y con la mismísima Premier en juego, Arshavin buscó su camino hacia la deseada libertad (futbolística).

El extremo ruso, que lleva apenas unos meses en Londres y que se está adaptando a los ‘moldes’ dictatoriales de Arsene Wenger con facilidad aunque lentamente para no cometer errores, decidió eludir responsabilidades defensivas y montar un show sobre Anfield en el partido clave de la campaña (el resultado final deja todo muy complicado a los Reds en su propósito de ganar el título liguero). Ya fuera con velocidad, siempre liderado por su magnífico descaro y revelándose ante el fútbol táctico de anteriores entregas, Arshavin fue el eje de un partido alocado que viene a intentar reflejar que las tensiones de final de campaña no entienden de planes de ‘pizarra’ ni de piezas de puzle. Todo es mucho más fácil. Todo lo plasmó Arshavin. A todos los mandó callar una y otra vez.

El ex del Zenit, que generó debate involuntariamente el pasado fin de semana cuando Wenger lo dejó en el banquillo para la cita de FA Cup, puso el desborde, le fe ciega en sus arrancadas y una imperturbable sensación de desquite personal ante el planeta fútbol. Arshavin no es flor de un día, ni el de Anfield marcará su trayectoria pues lleva años mostrándose al mundo, dejando ver que allí donde el frío acecha también saben lo que es el fútbol. De hecho, esa búsqueda de libertad fue la que le llevó al Emirates pues sudó durante años para que en su país entendieran que emigrar no era una opción sino una obligatoriedad. Sus cuatro goles le encumbran como el mago que Cesc necesita a su lado, el generador de ilusiones futuras en el norte de Londres y el rebelde que profanó Anfield en una noche donde la Premier puso rumbo a Manchester una vez más.

Nunca llegará a los números de Stephan Stannis, que ostenta el record de goles en un partido profesional con 16, ni a los 12 de Soffus Nielsen en un choque internacional hace justamente un siglo, pero su nombre ya está en los anales de The Kop. No obstante, allí nadie lograba cuatro goles en los últimos 40 años. Allí, donde se vocifera a los ídolos locales, siempre quedará como el chico que paseó su rebeldía anti-sistema por un Anfield que le acercó más a la libertad.

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