Histórico
21 abril 2009Francisco Ortí

La humilde ambición de Pablo

pablo-hernandez

Apenado y cabizbajo. Tranquilo pero incomodo por la situación. Sin poder arrancar su ojerosa mirada del suelo. Así abandonó Mestalla quien pocos minutos antes se encontraba en una situación antónima, desbordado por una incontenible alegría se despojó de la camiseta en un rincón del rectángulo de juego para gritar gol junto a una afición que le había recibido con una ovación. “Ojalá no quedaran tan pocas jornadas para que acabara la temporada”, deseó apesadumbrado a la conclusión del partido.

Este anhelo pertenece al jugador del Valencia Pablo Hernández, después de anotar el tercer gol en la victoria valencianista ante el Sevilla el pasado domingo. Se encuentra en su mejor estado de forma de la campaña, pero no lo disfruta al completo. Considera que su explosión con los ché se ha producido demasiado tarde. Si hubiera jugado al mismo nivel desde septiembre su año habría sido muy diferente, y no habría lugar al debate Joaquín o Pablo para la banda derecha del Valencia.

Aún así, para muchos ese debate no existe. Pablo se ha ganado la titularidad. El descaro del pequeño extremo castellonense ha sido una de las claves del renacimiento valencianista. El efecto Pablo empezó a dar frutos el pasado 14 de marzo, coincidiendo con la visita del Recreativo de Huelva a Mestalla. El Valencia estaba atascado, en inferioridad numérica y sin ideas. Entonces apareció Pablo saliendo desde el banquillo. Revolucionó el encuentro desde la banda derecha y se inventó una obra de arte para rescatar el empate a uno ante los onubenses.

Esa acción, sumada a la lesión de Joaquín, le dio la titularidad la siguiente jornada ante el Racing de Santander. En El Sardinero volvió a ser el mejor de los ché y le regaló a su socio Juan Mata el gol de la victoria tras una eléctrica jugada por la banda. Ante Getafe y Sporting de Gijón Pablo mantuvo el status de titular de nuevo con notables actuaciones. Se estaba convirtiendo en el cuarto mosquetero para completar el trío formado Mata, Silva y David Villa. Entonces llegó el encuentro ante el Sevilla del pasado domingo. El estado de forma de Pablo hacía suponer que se mantendría en el once en un partido tan importante como el que iba a tener lugar, pero Unai Emery valoró la jerarquía en el vestuario y no el momento por el que atraviesa cada jugador y apostó por Joaquín.

Ante el Sevilla Joaquín no existió. Estuvo impreciso en el pase, torpe en los regates y lento en la carrera. “Unai, saca a Pablo“, se escuchó más de una vez desde la grada de Mestalla. Emery esperó, pero a los 54 minutos tuvo que rendirse a la evidencia y dio entrada a Pablo Hernández en lugar de Joaquín, con el consecuente enfado del andaluz. “Estaba enfadado conmigo mismo“, explicó el ex internacional después del encuentro.

Con Pablo sobre el terreno de juego la banda derecha se convirtió en un argumento ofensivo y Fernando Navarro acabó desquiciado. Muestra de ello es el estúpido penalti que cometió poco después. Pablo fintó, encaró, sprintó, centró,…  recordando a la mejor versión mostrada en el Getafe la pasada temporada y que le hizo aparecer en los planes de Luis Aragonés para la pasada Eurocopa, aunque Cazorla le acabó ganando la carrera. Revolucionó al Valencia, pero aún quedaba lo mejor. En el tiempo de descuento, culminó un hilvanado contragolpe ché para anotar el definitivo 3-1. El gesto de rabia y alegría en la celebración habló por sí solo. Aunque no lo reconozca, le dolió ser suplente.

El próximo miércoles Unai Emery deberá lidiar de nuevo con su bendito problema. Elegir entre Pablo o Joaquín para visitar al Betis. “Sé que está complicado, pero sólo pienso en ir al Valencia para triunfar”, declaró el canterano el pasado verano cuando el Valencia le recompró por un millón de euros. Es el reflejo de la humilde ambición de Pablo Hernández, quien todavía tiene tiempo para cumplir su sueño esta misma temporada. Siete jornadas dan para mucho.

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