Histórico
17 febrero 2009Jose David López

El apaga-egos de Bridge

hiddinkEl penalti ha recibido todo tipo de significados a lo largo de su historia. Es una forma crítica aunque abierta de castigar y favorecer por igual, es la línea que separa la victoria de la derrota y muchos han hecho de él su rasgo distintivo, su etiqueta personal. Desde 1979 conocemos a Antonín Panenka y su revolucionaria ejecución que le dio la Eurocopa y le hizo pasar a la historia. Tampoco olvidaremos el gol 1000 de Pelé que llegó, como años después el de Romario, desde la eximia línea de cal. Desde luego, tampoco podemos dejar sin citar aquellos fatales desenlaces de Roberto Baggio y Baresi en 1994 con un Mundial en juego. Todos ellos, y muchos más, han dejado célebres momentos en la necrología futbolística pero sólo los más negativos han dejado tras de sí un manto de dudas y decisiones controvertidas. John Terry sabe de qué hablamos.

El capitán del Chelsea fue el intérprete principal de una inconclusa obra continental que, por desgracia, murió en un funesto resbalón. Esa acción, catastrófica para unos y afortunada para otros, generó la segunda gran crisis institucional de un club destinado al éxito en base a las altas prestaciones económicas de su dueño. Abramovic había decidido cesar a José Mourinho meses atrás tras varios roces y como el luso también es un seguidor de la actitud petulante, terminaron lanzándose los ‘trastos’ a la cabeza.

Fruto de aquél divorcio creció la figura del semi-desconocido Avran Grant, que levantó la semilla del proyecto de su antecesor pero fue incapaz de completar los sueños de la hinchada Blue. Aquella noche moscovita tumbó esperanzas y anticipó un nuevo cambio de modelo en manos de Scolari, que sólo ha tardado media campaña en reflejar la exigua paciencia de Don Roman. El brasileño, hiper-defensivo y peleado con medio vestuario. No ha sabido encajar a Deco en su esquema, pues el luso iba a ser su director, ha castigado a Drogba con la suplencia tras el buen momento de Anelka y frenó a Ballack cuando el germano se erigía en el líder que el equipo necesitaba. Tres ‘pesos pesados’ que revolucionaron la plantilla desde sus charlas de banquillo y que acabaron por tumbar a un técnico que posteriormente se despachó a gusto sobre la pesadilla vivida. No le faltaba razón porque esos egos de estrella no se ven representados actualmente en el césped.

Sin embargo, Abramovic (que está harto de perder dinero) sigue tomando decisiones drásticas pese a que el equipo esté en la pelea liguera y vivo en Champions. El magnate ruso ha repetido la misma estrategia que ya derrumbara sus opciones de título durante la pasada campaña pero, en esta ocasión, no ha dudado ni un segundo en colocar a quien él deseaba, a un amigo al que controlar y a un experto que intente paliar el déficit de alegrías que atraviesa el público del Bridge: Guus Hiddink.

El holandés, que nada más llegar ha visto como Anelka hacía un ‘hat-trick’ y ya se atrevía a pedirle a Drogba de compañero ofensivo, tendrá que reconducir la situación deportiva, mejorar las prestaciones de un equipo estructurado para la gloria y, de paso, reactivar el respeto en sus rivales. Sólo tendrá seis meses (después llegará Ancelotti) por delante para ganarse el puesto que, además, compartirá con el de seleccionador ruso y aunque diez puntos (que recortar al United) son muchos en la Premier, considera esta aventura como un reto al que no pudo negarse por la amistad que le une al mandatario y por lo que significa entrenar a los Blues.

Su talante ofensivo y la vocación ambiciosa se todos sus equipos, choca frontalmente con el estilo que ha trabajado el equipo londinense en estas últimas campañas. Por tanto, se anhelan ya los primeros partidos para poder juzgar el nivel de sacrificio del colectivo y la adaptación a un nuevo sistema. Por contra, puede que el propio técnico opte por ser más precavido y no lanzarse deliveradamente al ataque, lo que se tomaría como una continuidad y no como una revolución. Si opta por su estilo propio y por no romper su filosofía, Bridge cambiará radicalmente en unas semanas.

Hiddink, sin embargo, lleva tres años apartado del día a día de los banquillos y se ha especializado en trabajar con selecciones a las que ha sacado su máximo partido. Lo hizo en Corea, repitió con Australia y reivindicó a Rusia en la pasada Eurocopa. Mantener la estabilidad en un combinado nacional es mucho más accesible pues no existe conflicto ni roce diario, algo que deberá saber llevar en Londres donde se encontrará una manada llena de carácter y con suficiente poder sobre su presidente como para obligarle a tomar decisiones de todo tipo. Más allá de su habilidad y eficacia, de la cual nadie duda, Hiddink tendrá que pasar un examen, el de apaga-egos.

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