Histórico
16 junio 2008Jose David López

Milagros y pantomimas austro-alemanas

Todo aquél que esté actualmente en Austria o la haya visitado, no podrá negar la sobriedad de su sociedad, las incontables facilidades para romper la dieta mediterránea (salchichas, salsas y cervezas lo evidencian) y la tristeza que desprende la interminable lluvia que cae sobre sus verdes praderas. En lo que al deporte se refiere, el esquí alpino se lleva los principales titulares pero estos días el fútbol le ha ganado mucho terreno, reflejando una dinámica de intereses a favor del balón que se remonta varias décadas en el tiempo.

El gol salvador del veterano Vastic ante Polonia en el segundo partido del grupo B (de penalti en el descuento), abrió una mínima esperanza clasificatoria para los anfitriones, que cuentan con un punto y que lograrán entrar en cuartos si se imponen a sus vecinos germanos, con quien comparten historias de amor y odio a partes iguales. Un choque de máxima rivalidad que dejará un nuevo capítulo en las citas austro-alemanas, aliadas para la eternidad con la polémica.

El Mundial de Argentina 1978 fue el punto de partida en esta enemistad entre vecinos competidores y aunque los germanos son el gigante a respetar y un candidato serio en cualquier competición, siempre existe opción a la sorpresa. En Austria el 21 de junio de aquél año, supuso un subidón irremediable en lo que a la expansión futbolera se refiere y los seguidores austriacos dejaron de lado su frialdad para contagiarse del calor en las gradas del Olímpico de Córdoba. Allí, la República alpina firmó la victoria más atrayente y legendaria de toda su historia.

Y es que a pesar de que los austriacos no se jugaban nada porque ya estaban matemáticamente eliminados, mantener el honor y perjudicar al vecino fanfarrón nunca está de más. En aquél mítico partido estaba el actual seleccionador, Josef Hickersberger, que se iba a despedir del combinado de la mejor manera posible.

Pese a que Karl Heinz Rummenigge adelantó a los germanos, un auto-gol de Vogts igualó la contienda hasta la aparición del gran Hansi Krankl. El delantero, por entonces en el Barcelona, se sacó un ‘doblete’ que confirmó la mítica victoria de una nación humilde que lograba elevar al máximo su orgullo patriótico a costa de dejar fuera a la campeona mundial cuatro años antes. Esa victoria (ver video) rompía una eterna racha de hegemonía germana pues durante 50 años, los austriacos fueron incapaces de derrotarles. Además de Krankl y Hickersberger, aquella generación austriaca (la segunda mejor de su historia tras los años 30), estaba formada por cracks como Prohaska, Pezzey o Koncilia.

También para la historia, aunque diametralmente opuesta en lo que respecta a su valoración futbolística, fue el enfrentamiento ‘amistoso’ en el Mundial de España en 1982. Idéntico escenario (la fase final mundialista) pero identidades contrarias y completamente vergonzosas. Aquella tarde en el Molinón gijonés entró directamente en la historia del fútbol por la puerta trasera, la de los ‘arreglos’ y amaños pues una victoria germana por la mínima les servía a ambos para seguir vivos y dejar en el camino a la débil pero ambiciosa selección de Argelia.

El tempranero gol de Horst Hrubesch evidenció lo que se veía venir y el pacto de no agresión se hizo efectivo al son de las quejas desde las gradas. Aquél tongo prácticamente reconocido por sus protagonistas, puso un punto de tristeza más a una historia que no merece ser recordada salvo para reflejar los aspectos más turbios de este deporte que tanto nos regala cuando se lo propone.

A pesar de que la maquinaria de marketing en recuerdo a estas citas históricas ya ha entrado en acción desde el bando austriaco (por su condición de equipo menor), el lunes no habrá pacto posible. El Ernst Happel reunirá todos los ingredientes para una receta con la pasión y rivalidad vecinal como termómetro hacia cuartos.

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