Histórico
25 marzo 2008Jose David López

Y Pelé se hizo hombre…

No será en el mítico Rasunda sueco, sino en el Emirates Stadium de Londres. Tampoco será una final, sino un partido de carácter amistoso dentro de una semana prolífica en ese sentido. Y, desde luego, no veremos a Pelé, sino a aquellos que siguen intentando emularle. Sin embargo, el Suecia-Brasil de este próximo miércoles servirá para conmemorar los 50 años de la primera victoria mundialista de la canarinha, aquella que se coronó en Estocolmo con un torneo espectacular que definió con lujo en una de las mejores finales de la historia.

Fue el primer Mundial en contar con una retransmisión televisiva que se extendió a más de setenta países, la primera y única fase final que disfrutó de la presencia de las cuatro selecciones británicas, ya que Gales aprovechó un cupo vacío que supo disputarle con victoria a Israel pero, sobre todo, fue el torneo que certificó la consagración del gran Pelé.El niño prodigio arrancó el torneo desde el banquillo pues su juventud (apenas 17 años), unida a la autoridad de atacantes como Vavá o Zagalo, le relegaban a ser un mero acompañamiento dentro de un elenco de estrellas. No estaba llamado a la gloria, pero el solo se apoderó de ella a base de alegría. Jugaba en el Santos y aún nadie le conocía más allá de su frontera, algo que cambiaría cuando ante la URSS, en el tercer partido, gozó de sus primeros minutos. Desde allí, su carisma y calidad se hicieron respetar, nadie conseguiría jamás arrebatarle su puesto.

Fue allí cuando se conoció que el seudónimo de Pelé le llegó porque su madre decía que, de no estudiar, terminaría siendo un ‘pelé’, es decir, un don nadie. Pronto aquel chico de barrio haría olvidar los peores recuerdos para empezar su particular pulso a la historia, que aún hoy le encumbra como el rey del fútbol.

Los sudamericanos llegaban aún dolidos en su moral tras el ‘Maracanazo’ de ocho años antes, pero su fútbol de toque, clase y velocidad, marcó un ejemplo a seguir, un modelo futbolístico que se inicio con goleada a Austria y que terminaría con una exhibición ante los anfitriones. A pesar de todo ello, es sabido que el país no creía en las opciones de los suyos y que incluso se les tachó de ser un colectivo con problemas psicológicos, hasta el punto que el psicólogo que acompañó a la delegación, Joao Carvalhes, diagnosticó antes del choque ante la URSS serios problemas y sólo dos de los once que pasaron las pruebas, estaban aptos.

Por el camino, Gabril Katchalin, seleccionador soviético, dijo que “jamás había visto un fútbol tan hermoso”, aunque también hubo tiempo para sudores, sobre todo ante Gales. Los marcajes de una defensa excesivamente dura, taponaron el ‘jogo bonito’ de Brasil. Con Garrincha maniatado en un mano a mano ante Hopkins (en uno de esos marcajes que pasan a la historia), sólo Pelé apareció al rescate y con salvavidas bajo el brazo.

Tras ello, se dieron un recital ante Francia en el partido más espectacular del campeonato. Un 5-2 que reflejó el potencial carioca, que supo reaccionar con contundencia a las dudas generadas y que se ganó un lugar en una final mágica. Tras anotarse un hat-trick, la final volvería a disfrutar de los goles del pequeño Pelé. Suecia había despertado pasiones con un equipo veterano pero de nombres tan memorables como Liedholm, Simonsson o Skoglund, pero nada paró al rodillo canarinho.

Brasil preparó una fiesta por todo lo alto. Cientos de miles de personas festejaron la victoria enloquecidos e incluso el presidente, Juscelino Kubitschek, decretó fiesta nacional.

Ahora cinco décadas más tarde y con Pelé en las gradas, se producirá otro debut mediático que genera ilusión en la hinchada brasileña, el de un Alexandre Pato que tendrá en el gran Edson Arantes el espejo ideal. ¿Hablaremos del ahora milanista en medio siglo?

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